Liliana Franco, religiosa de la Compañía de María y Presidenta de la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosas y Religiosos), aborda aquí elementos clave de la vida religiosa en América Latina sin esquivar tema. Entre otros, afirma que respecto de los abusos sexuales, de poder y de conciencia, “estamos ante un capítulo de la historia que apenas está por escribirse”. Añade que “en la vida religiosa femenina, los abusos que se dan son más de poder que sexuales”.
Vía: Kairós
Gloria Liliana Franco Echeverri, nació en la ciudad de Medellín (Colombia) hace 50 años. Tiene papá y mamá vivos, una hermana que también es religiosa de la Compañía de María, y un hermano casado y con dos hijos. Prefiere que la presenten como “mujer y discípula” y no que es teóloga y que está acabando su doctorado en Teología. Sin embargo, sin herir su humildad, logramos que susurrara que su anteproyecto recién aprobado versa “sobre la misión de la mujer consagrada en el estilo sinodal en que camina la iglesia”.
Vocación Religiosa
Cuenta que “desde muy pequeña sentía una atracción muy grande por las cosas de Dios. Si hago memoria —cuenta— creo que desde los cuatro años, sentía una atracción inmensa por el mundo espiritual, por la dimensión del servicio. Mi abuelita vivía a un lado de la casa de las Carmelitas Misioneras. Y cuando iba a visitarla, yo paseaba de la mano con ella en su casa por donde había un zaguán muy largo. Un día mi abuelita hizo que yo pusiera mi oído junto a la pared que separaba con el convento, donde ella intuía que estaba el sagrario de las Carmelitas, y me dijo: escucha que Él te ama y dile que tú lo amas”.
— ¿Qué consecuencia tuvo eso para su vida?
— Esa fue mi imagen de Dios. Una imagen de un Dios de amor. No conocí un dios de otra manera. Y por lo dicho, mi vocación original era de carmelita. En esas monjas vi siempre mujeres realizadas, felices, ofrecidas completamente a los demás.
— ¿Y cómo llegó a la Compañía de María?
— Cuando tenía quince años, me acerqué a un convento de Carmelitas de clausura, para pedir mi ingreso y me dijeron que sí. Ellas tenían una norma que solo debía haber veintiuna en sus conventos. Entonces me pusieron en una lista de espera. Esta inquietud no la había conversado con nadie, y cuando di ese paso, la conversé con un sacerdote amigo, Jairo Jirón, director de la Pastoral Juvenil Universitaria de Medellín, a quien le conté que quería ser monja. Y me dijo: yo conozco unas monjas, que son mujeres, y te las voy a presentar. Y me presentó la Compañía de María.
“Empecé a ir con las hermanas a misiones a pueblos de Antioquía, en una época muy compleja de este país y de este departamento, y ahí las veía absolutamente comprometidas con la transformación de la realidad. Justo el año que yo ingresé a la orden fue cuando asesinaron a Teresita Ramírez, una de nuestras mártires por la causa de Jesús y de la justicia en este país. Como tenía la imagen de Dios amor, con la Compañía se me hizo más nítida la imagen de Jesús, el evangelio, los valores del evangelio, y la unión entre fe y vida”.
Espiritualidad
— Ahí se encontró con Juana de Lestonnac (la fundadora de la Compañía de María). ¿Cómo ella la inspira a usted?
— Ese es el amor de mi vida (risas). Me diste en el lado flaco (risas). Sí, me inspira profundamente Juana de Lestonnac, incluso desde antes de ser monja. Y así como tengo experiencia de Jesús, tengo experiencia de Juana de Lestonnac.
— ¿Qué es lo que más admira de ella?
— Su osadía, su capacidad de caminar contra corriente, el escuchar al Espíritu en cada momento de la historia. Creo que en esa época ella no tenía claro el término discernimiento, pero yo la siento como una mujer profundamente discerniente del querer de Dios y capaz de ir adelante sin un mapa. A mí me gusta mucho la gente sin mapa, y siento a Juana sin mapa, la siento osada, inventando los caminos, abriéndolos y eso me inspira profundamente.
— Hace más de 500 años ella se esforzó por empoderar a las mujeres…
— Su deseo de responder a la situación de la mujer de su época, es absolutamente válido en este momento de la historia y sigue siendo como pertinente esa intuición que el Espíritu sembró en ella. Me parece una mujer quijotesca, osada, capaz de cosas que para su momento histórico eran imposibles.
“Es una mujer a la que quiero y admiro mucho y sobre todo porque la siento muy centrada en Jesús. Creo que fue una mujer capaz de mirarlo. Y en este momento de la historia para mí es muy importante todo lo que significa tejer comunión con la Iglesia porque ella lo hizo en medio de muchas contradicciones. Para generar la relación, no romper la comunión, para ser capaz de proponer novedad porque ella propuso un estilo de vida religiosa totalmente novedoso para su momento histórico. Eso me parece muy significativo”.
— En perspectiva cultural, también la marcó su relación con el calvinismo. ¿Qué rescata usted de eso?
— Sí, ella fue capaz de dialogar con la diferencia porque en su proyecto educativo sumó su experiencia con el mundo calvinista, a partir de su mamá, y suma su cercanía con los jesuitas. Por ejemplo, la intuición esa de que cada uno calza su propio pie, eso para su momento histórico es muy válido, significativo y novedoso porque es darle valor a la diferencia y entender que la diferencia es valor, que la diferencia no es amenaza.
Vida Religiosa en AL
— ¿Qué rasgo de la espiritualidad de su fundadora señalaría como muy importante para la vida religiosa de hoy?
— La osadía. Me impacta que en ese momento histórico, justo marcada por las guerras de religión, la condición en la que estaba la mujer, cuando estaba establecido que había que ser monja de clausura, que ella apostara a un estilo religioso mixto me parece completamente osado.
“Y siento que a la vida consagrada de este momento le hace falta, y bien, la osadía, la capacidad de dejarse conducir por el Espíritu, porque no siento que la osadía en Juana como fruto de su protagonismo o de su liderazgo, sino siento que fue don de Dios para ella. Entonces, es a la escucha del Espíritu lo que nos da parresía, que nos hace comprometernos y salir de nosotros mismos”.
— Si a la vida religiosa de América Latina le falta osadía ¿qué le sobra?
— No quiero decir que le falta osadía sino que sería bueno que fuéramos más osadas. Porque conozco mujeres y hombres repletos de osadía en el continente latinoamericano. Ahora, creo que nos sobra institucionalidad, la cual nos ha acomodado y nos ha puesto en una zona de confort.
“Sí, nos falta un poco más creerle al Espíritu y creer que en cada momento de la historia Él es capaz de darnos un nuevo rostro que nace de escuchar la realidad y sus clamores.
“Cuando digo que nos sobra institucionalidad, me refiero a modos de proceder, sistemas de gestión de calidad, todas esas cosas que se nos han ido pegando, que seguramente son importantes, pero que nos han puesto en una zona de confort la cual hay que romper. Creo que a la vida religiosa le está haciendo falta más espíritu misionero”.
— Osadía… ¿para qué?
— La osadía para el reino. La nuestra tiene que ser para el reino. Para trabajar por un mundo de hermanos, más parecido a ese que sueña Francisco en el numeral ocho de Fratelli Tutti. Osadía para vivir desde la utopía de lo fraterno, de lo sororal. Para pensarnos con otros, intercongregacionalmente, en más sintonía, en más comunión y en más alianza con los laicos y haciendo camino juntos. Osadía para lo profético, para anunciar y para denunciar tantos flagelos que hay en este continente: corrupción, violencia generalizada, miedo a la diferencia. Para todo eso, necesitamos osadía, pero es para el reino, porque eso es el reino… Eso es el reino.
Mujeres en la Iglesia
— ¿Cómo ve el camino que hoy hacen las mujeres en la Iglesia?
— Creo que se está haciendo un camino que aún falta pero que hay un camino muy significativo de participación, de tomar conciencia, no sólo desde los varones, sino desde las mismas mujeres
“Prefiero hablar de la misión que las mujeres tenemos al interior de la Iglesia más que de su papel, palabra que no me gusta. En ese sentido, cuando hablamos del espíritu sinodal de la Iglesia, pasa por participar, por crear realmente instancias concretas que favorezcan la participación y el liderazgo de las mujeres. Ahí hay un camino inmenso que hacen muchas mujeres maravillosas en la Iglesia universal y en la Iglesia latinoamericana. Ellas van abriendo esos caminos, repletos de mujeres y hombres.
“Tuve la gracia de participar en el Sínodo de la Amazonía donde escuché a tantos obispos, y pienso en dom Erwin Krutler*, quien dedicó los cuatro minutos de su intervención a hablar de la importancia de la misión de las mujeres y de abrirle caminos de esperanza a las mujeres, en el plano de la ministerialidad. Entonces, yo creo que se va haciendo un camino, que estamos en uno muy distinto del que estábamos hace veinte años o hace diez años, pero que aún falta mucho, porque es una deuda, hay una deuda histórica. Entonces, para saldar esa deuda, pues aún se necesita mucho por hacer. Pero hay gente que se la está jugando también por esa causa”.
Sínodo de la Amazonía
— ¿Cómo fue su experiencia en el Sínodo de la Amazonía?
— Para mí fue un verdadero kairós (tiempo de Dios). Esta semana, justo cumplía cincuenta años, y le decía a una hermana, que siento que he cambiado más en este año, que en los otros 49 que viví. La génesis de ese cambio, por lo menos para mí, fue el Sínodo de la Amazonía.
“El Sínodo suscitó en mí, entender que la escucha conduce a la conversión. Entonces, seguramente quedaron inconclusos puntos de esos que la gente quería oír, como el tema del diaconado femenino y el de los viri probati (hombres probos). Pero lo fundamental de lo que se tejió, fue confirmar que la escucha conduce a la conversión.
“Por el camino que había hecho, mi expectativa era que pudiéramos ser aliados de los pueblos indígenas en la defensa de la vida, de la tierra y de las culturas. Como Iglesia, hemos dado ese paso. Signo de ello es la creación de la Conferencia Eclesial para la Amazonía (Ceama), primera de esas características en la Iglesia universal. Y que va a ser como el río por el que van a fluir todas las decisiones del sínodo.
“Todo esto lo vamos a seguir madurando en el próximo Sínodo que ha convocado el Papa. Es un sínodo sobre sinodalidad donde muchos de estos temas van a seguir gestándose, madurando, hasta que sea la hora de Dios. Creo que lo importante es que, más allá de cualquier ideología, lo que nos mueva sea el Espíritu. Y cuando es el Espíritu el que nos mueve, entonces se abren caminos nuevos al momento de Dios, a la hora de Dios. Pero no le podemos hacer resistencia”.
La Vida de la CLAR
— Se ha logrado recuperar la CLAR en estos últimos años, empoderarse de nuevo en la iglesia latinoamericana, luego de aquel tiempo duro de intervención vaticana?
— Estamos en un momento muy bonito y significativo. Después de 61 años de historia que tiene la CLAR, hay mucho dinamismo que es fruto de esa conciencia de la construcción colectiva, del valor comunitario.
“Hoy, las 22 conferencias están teniendo un trabajo muy significativo, de mucho impacto, en los contextos de sus respectivos países. En Chile, por ejemplo, la labor de los religiosos y las religiosas de Conferre. Y estamos logrando hacer mucha articulación porque antes, por distintas circunstancias, se trabajaba más solitos. Y gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, hoy tenemos la posibilidad de sumar más fuerzas, de trabajar más juntos, y tener más impacto sobre temas importantes como migración, trata de personas, y los temas de reconfiguración de la vida religiosa.
“Tenemos un buen equipo de teólogos y teólogas, que está generando reflexión pertinente y muy significativa. Sí, estamos en un muy buen momento, de tejer redes y hacer camino de comunión con otras instancias de la Iglesia en América Latina”.
— ¿Y cómo están hoy las relaciones con el Celam?
— Muy bien. Estamos participando en todo el proceso de reestructuración del Celam, haciendo un camino de fraternidad, de comunión, de aliarnos para los temas comunes como el de mujer, por ejemplo, o el tema migrantes, el soñar juntos todo lo que tiene que ver con la ecología integral y la Amazonía, o las nuevas redes que se están haciendo. Creo que hoy hay enlaces muy significativos. Con Caritas, con el Celam, con la Repam, con toda la Iglesia del continente.
— ¿Se ha aprendido la lección?
— Es que todos hemos dejado la isla en la que estábamos, que seguramente era un espacio en el que se hacía mucho bien, pero nos hemos asumido más en red porque así va a tener más fuerza y más impacto. Entonces, vivirnos desde la dinámica de la red va a ser muy bueno para la Iglesia del continente. Estamos, sí, trabajando por relaciones de comunión, de sinodalidad, reflexionando juntos.
— ¿Qué importancia va a tener la Asamblea Eclesial Latinoamericana que se realizará en un año más en México?
— Se ha cuidado mucho, en el proceso de preparación que ya lleva seis meses, que pueda haber una significativa participación de todos, incluido los laicos. El propósito es retomar todo lo que la Conferencia de Aparecida nos dejó como legado, en esa dinámica de ser discípulos y misioneros, y ver cómo lo actualizamos hoy desde esta conciencia de que tenemos de vivirnos sinodalmente y desde la dinámica de la red.
“Ya hay varias comisiones trabajando. Está la comisión de liturgia, la de metodológica… ha sido un proceso en el que han participado, ya desde su preparación, cardenales, obispos, laicos, religiosas, religiosos. Se está cuidando mucho que realmente pueda ser en espíritu sinodal”.
— ¿Y esos laicos de donde han surgido?
— De distintos procesos. El CELAM es el que tiene la misión de acompañar y es esta instancia la que ha ido convocando a laicos para participar de este proceso eclesial.
Formación Política
— El diagnóstico de lo que ocurre en el continente será clave en esa asamblea. ¿Cómo ve usted, por ejemplo, el surgimiento de los movimientos sociales que pese a la pandemia se manifiestan en muchos de nuestros países latinoamericanos?
— “Es muy significativo este resurgir de los movimientos sociales y la fuerza en el poder de los jóvenes. Porque lo que acaba de pasar hace quince días en Perú, es absolutamente impactante y significativo. ¿Qué hay detrás de todas las movilizaciones? Inconformidad. Inconformidad con sistemas anquilosados, con sistemas corruptos. La corrupción en el continente es latente.
“Creo que a nosotros, los religiosos, nos tiene que desafiar la formación política. En convenio con otras instituciones, venimos liderando procesos de formación política porque nos tenemos que preparar, también, para incidir en las políticas públicas, para poder interactuar en distintos sectores de la sociedad civil y generar esa participación de la vida religiosa.
“La realidad social está repleta de desafíos, y ante la cual muchos nos sentimos indignados, inconformes y que a lo que estamos urgidos es a una transformación del sistema político, de los modelos de convivencia».
— ¿Formación para transformar?
— A mí me gusta que lo que tiene que transformarse en el fondo es el modelo de relacionalidad, tanto al interior de la Iglesia como de la sociedad civil, pues estamos llamados a reaprender el arte de la convivencia y la participación. Eso supone, como desafío para los religiosos, hacer lectura crítica de la realidad con una mirada de fe, mirada creyente y esperanzada, y a la vez histórica y encarnada.
“No podemos permanecer pasivos ante sistemas repletos de corrupción. Por ejemplo, frente a lo de Perú, la actitud y el posicionamiento de los religiosos peruanos fueron absolutamente significativos. Lo que está pasando ahora en Cuba, donde los religiosos se encontraron y se movilizaron. Es porque nos sentirnos también parte de un pueblo que reclama dignidad, derechos y justicia. Eso nos exige leer con sentido crítico la realidad, entender que también nosotros somos sujetos de participación y derecho en medio de esa realidad y que no podemos permanecer indiferentes”.
— Para enfrentar esta realidad y hacer lectura crítica ¿qué les falta a los religiosos y religiosas de América Latina?
— El gran desafío es la formación porque venimos de años porque en la formación no se cuidó la base antropológica. De los abusos sexuales, de poder y de conciencia, tienen como asidero una formación que no cuidó la dimensión humana. Ahí tiene que haber un camino de conversión.
“Otro camino de conversión tiene que ver con aprender a purificar las relaciones. Porque venimos de modelos relacionales muy clericales, autoritarios, verticales. Entonces, poder dar el paso a modelos de relación más dialógicos, misericordiosos, horizontales, en los que pueda haber lugar para el otro, en los que se puedan generar dinámicas de transparencia y de confrontación de la vida, eso le hará mucho bien a la Iglesia y a la vida religiosa».
Abusos en la Iglesia
— ¿Cree usted que las denuncias sobre abusos de todo tipo en la iglesia irán en aumento o disminuirán en el futuro?
— Sobre los abusos sexuales, de poder y de conciencia, estamos ante un capítulo de la historia que apenas está por escribirse. Creo que saldrán muchísimas cosas más, que estamos ante una coyuntura que lo que nos posibilita es vivirnos en humildad, reconocer el pecado que se ha cometido, el dolor que se ha causado a tantas víctimas. Y empezar una formación distinta, que privilegie y cuide la base humana, las dimensiones psicológicas, los modos de relacionalidad que puedan ser más humanos. Porque sí, yo creo que todo lo que ha sucedido tan dolorosamente, por ejemplo, en Chile, tiene su asidero ahí: en modelos de relación que no han sido sanos, que han sido completamente clericales y autoritarios. A lo que estamos urgidos es a aprender el modo de Jesús, un modo que dignifica.
— ¿Conoce de algún tipo de abusos en las congregaciones religiosas de América Latinna?
— No hay diagnósticos claros. Hay casos aislados. Por ejemplo, fui presidenta de la Conferencia de Religiosas de Colombia y en los años de mi servicio, solamente supe de un caso. Sé que ahora hay algunos casos que se están evidenciando en Argentina.
“En la vida religiosa femenina, los abusos que se dan son más de poder que sexuales. Sin embargo, es algo que está como en puntos suspensivos. Es un tema en el que falta ahondar y que seguramente se van a ir destapando muchísimas cosas. Serán menos los casos que en la vida religiosa masculina o en el clero diocesano pero en la vida religiosa femenina sí hay abuso de poder y por ahí tiene que haber una purificación grande”.
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* Erwin Krutler es obispo emérito de la diócesis brasileña de Xingú, que nació en Austria, y que lleva más de 50 años en Brasil, coordinador de la Repam – Red Eclesial Panamazónica.
(Entrevista de Aníbal Pastor N. 29/11/2020)