Soñamos y, seguramente, despertaremos con la frescura evangélica de la luz del alba que ilumina la travesía de nuestra peregrinación de conversión misionera, sinodal, eclesial, ecológica; curando las heridas de nuestra fragmentación socioeclesial, embalsamamos el cuerpo inerte clerical-jerárquico de nuestros espacios de participación con flores y aromas de nuestra dignidad bautismal y con fragancias de mística, misión y profecía martirial.
