jueves , 25 abril 2024
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Comentario Evangelio 05 de Marzo

La Transfiguración del Señor en el camino del discipulado
(Mt 17,1 -9)

Hna. Claudia Lazcano
Misioneras Redentoristas.

Hoy cuando el mundo pareciera estar al borde del precipicio del caos, cuando se levantan tantos presagios de calamidades, donde la cordura del ser humano busca equilibrarse entre las sombras y la luz, la liturgia del segundo domingo de Cuaresma nos pone de cara al misterio de la Transfiguración del Señor.

El Evangelista Mateo nos relata en este texto, la particular invitación que Jesús hace a tres de sus discípulos para apartarse, tener un momento de oración, de calma y sobre todo a ser conscientes de sus emociones. El Maestro comparte la tribulación que les envuelve,  con sabiduría, delicadeza y profundo amor impartiendo con ello, una nueva lección; Comprender la voluntad del Padre por sobre los límites del entendimiento y la fe.

Jesús lleva a tres de sus discípulos; Pedro, Santiago y Juan. No a todos los que le acompañaban en su caminar misionero continuamente. Se pudiera pensar que estos tres amigos eran privilegiados, que eran los más sobresalientes del grupo, pero no, nada más lejos de fantasiosos exitismos como los que se viven actualmente en la sociedad. Los apóstoles, ni siquiera sabían a que se les invitaba. Solamente eran consciente de su tristeza, de tantas preguntas que rondaban su mente y corazón, en relación al Mesías. Previo a este momento recibieron el primer anuncio de la pasión, de las palabras de su Maestro, cada uno reaccionó de acuerdo a su naturaleza, a sus posibilidades de entendimiento, el cual era fruto de un contexto histórico lleno de conflictos sociopolíticos; en lo cultural y religioso la ruptura con el mensaje divino dejaba en evidencia los juegos de poder, el conveniente uso de la tradición y la opresión al pueblo para mantener las estructuras religiosas, no muy distinto al mundo de hoy. Esta situación puso a los discípulos en una encrucijada transcendental para sus vidas. Aún con todo ello, seguir a su Maestro es su opción. Estar con Jesús es lo que da sentido a sus vidas y en ese momento es su mayor  consuelo, ante la inminente partida. Esa relación profunda de aceptación mutua y de amor, es la lucidez que les permite ascender el monte cargando con sus sombras y miedos. De alguna manera ellos nos representan: el primero; tan laborioso, como sumido en contradicción y fidelidad. El segundo, lleno de lealtad y audacia para con su amigo Jesús. El tercero, lleno de pasión y bondad. Si nos detenemos a reflexionar, Jesús llevó consigo toda nuestra humanidad, de modo que el misterio de la Transfiguración es dejar ver parte de esa herencia divina, la vida en plenitud anunciada por el Hijo muy amado de Dios y los profetas.

Dios, hoy igual que antaño, en este tiempo de penitencia, nos llama por nuestros nombres. Nos invita a  salir de nuestros discursos racionales de fe, de esas estructuras que marcan fronteras en la mente y en el alma. Él quiere apartar de cada persona el sentido vacío y doloroso de la cruz, no como algo repetitivo porque siempre ha sido así, sino más bien busca que desarrollemos la capacidad de escucha activa y comprometida, abrir nuestros ojos y correr el velo  de la opacidad indiferente que los envuelve, y así poder descubrir el camino que Jesús nos pide en los contextos actuales que vivimos. Ponerse en marcha, paradójicamente, es descalzarnos para ascender por las escarpadas fragilidades del alma y de la mente. Ese sendero donde cada uno puede preguntarse con total honestidad; ¿De dónde tengo que salir? ¿Qué áridos páramos mi alma debe transitar para alcanzar este misterio de amor? ¿A qué personas llevo a mi encuentro con el Maestro? ¿Qué sombras o temores me envuelven y no me dejan comprender el sentido profundo del mensaje de Jesús?   

Somos sus discípulos y discípulas invitados a disponernos con sencillez delante del Padre, con esa verdad más honda, de ese barro que somos hechos y sin miedo abrazar la experiencia luminosa de la contemplación. Porque no basta con decir ¡qué bien se está aquí! Se necesita ser consiente del camino doloroso de la cruz. Pedro, Santiago y Juan estuvieron confundidos al no comprender el sentido de esa cruz. Solamente en el momento de la Transfiguración, al revelarse Jesucristo como Hijo de Dios irradiando la fuerza luminosa que irrumpe disipando la neblina de  oscuridad que les envuelve, es que su comprensión de la realidad de vida y de fe cambia. Esto les impulsa a salir de sus antiguas creencias y fundamentalismos religiosos para entrar en la luminosa verdad del Mesías anunciado. Esa que les transforma y que cambia radicalmente el sentido último de la vida, la plenitud de la resurrección. La verdadera vocación a la que todos hemos sido llamados. 

Hoy Jesús nos muestra el camino, conoce de las tristezas y dolores de su pueblo; ya no quiere intermediarios mediocres. Quiere hombres y mujeres: sabios, misericordiosos, embebidos de esa luminosidad que les hace libres por sobre estructuras anquilosadas y vaciados de vanagloria. Sobre todo discípulos y discípulas de la escucha atenta, testigos del evangelio, ejercitados en la contemplación de un Dios que nos ama por sobre nuestros dudas e inconsistencias.

Pidamos pues los unos por los otros para que Dios Padre nos conceda la gracia dejarnos transfigurar por su amor, aún en medio las tribulaciones del mundo. Solo así nosotros y los contextos actuales serán bendecidos y redimidos por la radiante luminosidad que todo lo purifica y que hace nueva la vida en Jesucristo el Hijo Amado del Padre.

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