“No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”
Hna. Marilupe Mier y Terán Suárez, HMSS
Mercedarias del Santísimo Sacramento
El pasaje de Lucas 16, 1-13, me ofrece varios puntos de reflexión sobre los peligros de un apego excesivo al dinero, a los bienes materiales y a todo lo que me impide vivir en plenitud mi consagración y libre entrega de amor a Dios y al hermano/a. La enseñanza que me da Jesús en esta parábola es la importancia de usar mis dones/talentos para el bien, la evangelización, ¡completar en mi la Redención de Cristo…completar en mi carne lo que falta a Sus padecimientos! (Col 1, 24). Si un corrupto administrador sabe utilizar sus recursos, imagínate lo que podemos hacer como ‘consagrados/as’ con corazón libre, alegre y amorosamente dispuesto a servir a Cristo Redentor. El Maestro nos invita a usar nuestra creatividad, abrir la mente y tomar tiempo para considerar como podemos ser consagrados/as fraternos y discípulos-misioneros para el Reino.
Jesús hace una advertencia contra el amor al dinero -bienes materiales-, lo necesitamos, cierto, en el diario vivir pero ¡cuidado! con dejarse manipular por ambiciones asociadas con el dinero como son el poder, la popularidad, la comodidad, los nombramientos… Jesús, con su gran amor nos advierte “Nadie puede servir a dos amos, aborrecerá al uno y apreciará al otro. No pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero”.
Cristo habla del administrador injusto que está a punto de ser despedido por gestión fraudulenta de los dineros de su amo, pero que se asegura su futuro, con astucia. Injusto, pero astuto -astucia previsora-.
San Juan Crisóstomo nos decía que sólo somos dispensadores de bienes divinos y que éstos se nos han dado para uso transitorio y derecho breve. ¡Lejos de nosotros el orgullo de la dominación, abracemos la humildad y la modestia del administrador! Si aquí no hacemos nada, en la otra vida ni el mendigar nos servirá. Prueba de esto son las vírgenes imprevisoras que en su necedad pidieron a las que eran prudentes, pero nada alcanzaron (Mt 25). Cada uno se reviste de sus obras como de una túnica y no puede quitársela, ni cambiarla por otra.
¿Cuál es la enseñanza clave de Jesús para mi como consagrada? El texto continúa con una serie de dichos y advertencias sobre la relación a tener con el dinero y con los bienes recibidos. Opciones que suponen una decisión radical y una tensión interior constante. Se bien que mi vida es siempre una opción entre honradez e injusticia, fidelidad e infidelidad, egoísmo y altruismo, bien y mal. Es incisiva y concluyente la conclusión «Ningún siervo puede servir a dos amos… aborrecerá a uno y amará al otro, se dedicará al primero y no hará caso del segundo». En definitiva ¡hay que decidirse! «No podemos servir a Dios y al dinero»
Está en juego mi libertad de vivir mis votos religiosos y no la lógica de la utilidad y/o ganancia como criterio último de mí ser hacer… “dar, compartir, solidaridad con el hermano/a”. La lógica del lucro, aumenta el número de los pobres y la explotación dañina del planeta. Como consagrada opto por la fraternidad/sororidad y tras las huellas de mi Cristo Redentor tomo la ruta del desarrollo justo e imparcial para el bien común. He decidido el camino arduo del amor y no del egoísmo, justicia frente a injusticia, Dios como razón de mi vida y misión. Amar a Cristo y a los hermanos no es, para mi, algo accesorio y superficial, es mi finalidad, estoy dispuesta a renuncias radicales y si es preciso hasta el martirio -cruento o incruento-. Hoy, como ayer, la vida del consagrado/a exige valentía para ir contra corriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz.
De San Agustín aprendemos que por medio de las riquezas terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. ¡Nosotros, consagrados/as, debemos preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta tierra! Ahora bien, la única manera de hacer que fructifiquen nuestras cualidades y capacidades personales para la eternidad, así como las riquezas que poseemos, es repartir y compartir con nuestros hermanos/as, siendo de este modo buenos administradores de lo que Dios nos encomienda. Dice Jesús: «El que es fiel en lo poco, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho» (Lc 16, 10).
Cristo llama hijos de este siglo a los administradores astutos; y dice que son más prudentes y agudos en sus tratos que los hijos de la luz en los suyos (Lc 16,8), pero ¡a nosotros nos ha llamado ‘hermanos/as amados y confiado la eucaristía, sacramento de su cuerpo y sangre, a nuestras manos! (Lc 22,19 y Jn. 15,15)
¿Cómo puedo mejor administrar los recursos que Dios me ha dado?
¿Hago todo lo posible por evangelizar sirviendo a un solo amo, mi Dios?
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