“El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo el que ha nacido del Espíritu» (Jn 3,8).
El viento sopla donde quiere Nadie puede entender mejor la urgencia que tenemos actualmente en el mundo en que vivimos de la fuerza y el dinamismo de un aire purificador, que encienda nuestras vidas para encontrarnos con aquella voz que habla al interno de cada alma musitando verdades que renuevan la vida. Jesús nuestro, Señor y Dios con la simpleza que solo la sabiduría puede dar, se sirvió de palabras, gestos y signos tan íntimamente cotidianos y vitales que nos dejó el “viento-Palabra” que no podemos manejar, ni calcular, ni predecir porque simplemente no sabemos y Él elige los senderos que nos obligan a recorrer con humildad.
Hermanos, en la vida religiosa el Espíritu Santo es como ese viento del que nos habla Jesús, que no lo controlamos, pero si nos invita a abrir el corazón, para que nos conduzca hacia donde más se nos necesita. Nos invita pues a dejar nuestras seguridades y a vivir con disponibilidad, para que nuestro apostolado no sea rutina, sino respuesta viva al llamado de Dios.
En la vida de la Iglesia, “nacer de nuevo” es dejarnos renovar por ese Espíritu que rompe muros, enciende la comunión y nos impulsa a caminar juntos. No basta seguir haciendo lo de siempre: el Espíritu nos empuja a buscar caminos nuevos, a escuchar, a servir y a llegar a los que están lejos.
En este Año de la Esperanza, el Espíritu quiere regalarnos frutos concretos: alegría que sostenga nuestra misión, audacia para salir, unidad en la diversidad y creatividad para llevar el Evangelio a todos. El viento del Espíritu no se puede atrapar, pero sí acoger. Que su soplo nos impulse a ser una Iglesia sinodal y en salida, que camina al ritmo de Dios. Estamos llamados a vivir atentos a su voz, dispuestos a movernos hacia donde Él quiera, aunque no comprendamos del todo su plan. Que este año jubilar nos lleve lejos de nuestros miedos y nos acerque a las periferias del mundo y del corazón humano. Solo así seremos testigos creíbles de un Dios que sigue haciendo nuevas todas las cosas.