Amarte: supremacía del amor
Hna. Maribel Albornoz
Franciscana de la Madre del Divino Pastor
Contemplar, escuchar y dejarse interpelar por el Evangelio de hoy, me deja en evidencia silenciosa, hay mucha fuerza y claridad en la respuesta de Jesús: así de tajante y claro, no hay nada más importante ni primero que no sea AMAR, Así de simple y potente, sin ambigüedades ni confusiones.
“ …amarás el Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas… y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
¿Sé lo que me dice Jesús con su respuesta? ¿Tengo claro realmente lo que supone? ¿Entiendo qué significa verdaderamente amar de esta manera, es decir con “todo” el corazón, “toda” mi alma, “todo” mi espíritu, «todas” mis fuerzas?
Quizás como el escriba de ayer, captamos muy bien el significado de las palabras, incluso es posible que las podamos hasta explicar a otros u otras, pero ¿entiendo el verdadero alcance, las consecuencias de vivir para AMAR? ¿Entiendo que se me está entregando un verdadero testamento de cómo he de vivir en adelante?
Este legado no me puede dejar indiferente porque decreta que, si no vivo de este modo, entonces no tengo nada que hacer como seguidora de Jesús, el único Señor.. no hay otro mandamiento que importe más, sólo amar y amar hacerlo así de este modo “con todo” lo que soy y tengo… Pareciera difícil, pero no hay segundas lecturas o arreglos acomodaticios, o vivo amando de verdad y de este modo o entonces no puedo ser discípula.
Estamos en un tiempo en que pareciera que se nos ha olvidado la principal manera de ser signo y profecía y digo esto porque los signos no nos acompañan, somos campanas que “suenan” , palabras que nada dicen y por ende no transforman realidades. Se hace necesario volver a esta respuesta, la de nuestro único Señor, para pasar de la teoría que todos conocemos a la praxis de los grandes en la fe, aquello/as que se atreven a ir más lejos, más alto y siempre el más allá del amor. Sólo el amor transforma, sólo el amor sana, solo el amor. ¿Qué pasa entonces con nuestro modo de amar?
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