Queridas hermanas y hermanos en el camino de seguimiento a Jesús:
Escribo desde Salahonda, una isla del pacífico colombiano, habitada por comunidades afrocolombianas, repletas de vitalidad y alegría, sin embargo, este rincón del país está permeado por la violencia, la corrupción y la pobreza. Me encuentro visitando y acompañando a cuatro religiosas, que comparten su cotidianidad con la gente. Las veo empeñadas en caminar con su pueblo.
Desde aquí, se hace claro que tenemos motivos para celebrar, el día de la Vida Consagrada. Aquí, se percibe con mucha nitidez, cual es la misión sin tregua, a la que estamos convocadas/os: Jesús se encarnó para hacerse expresión de lo que significa existir humanamente, para mostrarnos la manera de relacionarnos en condición de hermanas/os y para impulsarnos a “amar hasta el extremo”, esa es sin duda nuestra misión, su modo es el nuestro.
Las noticias que circulan por el mundo, no paran de evidenciarnos nuestra realidad, esa en la que el mensaje y el proyecto de Jesús es cada vez más necesario. Vemos a los más pobres emigrar, desplazarse, porque algunos “poderosos” han decidido que existen fronteras y no somos iguales; contemplamos a otros acorralados por la violencia, sumidos en la pobreza, sin recursos, sin oportunidades, ni esperanzas. Nos enfrentamos a sistemas políticos y económicos permeados por la corrupción y en los que el bien particular, prima sobre el bien común. Escuchamos el grito de la tierra, que impotente resiste, a la soberbia de quienes la acaban y envenenan…

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