Un testimonio de la experiencia misionera tras la destrucción del aluvión.
Hermanos y Hermanas:
Queremos compartir con ustedes lo que hemos visto y oído aquí en Copiapó. Como los peregrinos de Emaús, veníamos sin saber qué estaba pasando, sin poder identificar el acontecimiento salvífico de Dios en estas tierras devastadas por la fuerza de la naturaleza.
Llegamos a Copiapó e inmediatamente quedamos impactados por los vestigios que todavía dan cuenta de la destrucción que el aluvión causó en gran parte de la ciudad. Ya han pasado dos meses y la fuerza del espíritu humano, que primero se experimentó impotente y frágil ante el desastre, ahora levanta su ciudad y sus casas con un temple admirable.
Sin embargo, queridos hermanos y hermanas, esto ha sido y sigue siendo para muchos un doloroso camino de calvario. Por las promesas de las autoridades no cumplidas, por la lentitud y el desorden para recibir las ayudas necesarias y para volver a levantar las casas; el ocultamiento de información, especialmente lo que tiene que ver con la contaminación que impregna la cuidad y que tendrá consecuencias graves al mediano y largo plazo. La incertidumbre de no saber con claridad si pueden seguir donde tenían sus casas, en fin. Lo que siempre nos pasa cuando hay una catástrofe porque no aprendemos, porque no ponemos atención a los errores pasados; porque parece que, finalmente, no importan las personas en su realidad particular y concreta. Hermanos y hermanas, Copiapó no volverá a la normalidad en mucho tiempo más y todo este desastre ha hecho retroceder su desarrollo económico y social. No podemos dejar que Atacama sea olvidado, no podemos dejar que ellos vivan el abandono que hermanos y hermanas siguen sufriendo después de los aluviones.
Nuestra misión ha de ser prolongada y sistemática; la contención y el acompañamiento espiritual son reclamados por quienes han sufrido tanto dolor. Algunos necesitan reencontrarse con su fe, otros afianzarla, muchos sanar heridas, vivir con otro/a su duelo….todos necesitan de Dios.
Las religiosas y religiosos que llegamos aquí, enviados por nuestras comunidades en respuesta a la convocatoria de CONFERRE, experimentamos unos días de profunda gracia y fraternidad. Entregamos lo mejor de cada uno y de nuestros carismas, pero, sobre todo, nos dejamos estremecer por Dios y convertir al dolor de quienes son hoy opción privilegiada en el más hondo sentido evangélico. Nos dispusimos a la escucha, a ser abrazo y ternura de Dios en medio del barro que sigue presente en cada rincón de las calles que recorrimos.
En estos caminos de Emaús reconocimos a Cristo en la fuerza, en la fe y en la esperanza de quienes se pusieron de pie y comenzaron pronto a limpiar a intentar volver a cierta normalidad. Pero también reconocimos a Jesús, en aquellos y aquellas que aún están paralizados, que no han tenido la misma capacidad de reacción y que no saben cómo empezar; lo reconocimos en aquellos y aquellas de deambulan alrededor de sus casas que ya no podrán ser reparadas, como el pueblo de Israel caminan errantes por un desierto de barro, solo con incertidumbre. Es imposible no conmoverse ante los relatos que repiten una y otra vez lo horrible de aquel día en que aluvión arrasó con todo a su paso y todos creyeron que morirían. El Resucitado nos habló así, en estos caminos de Copiapó. Y abrió nuestros ojos para verlo y el corazón para reconocerlo y reconocernos a nosotros mismos. Aquí tiene que estar la vida consagrada chilena, no podemos restarnos; porque se necesitará mucho tiempo, acompañamiento y amor para sanar tanto dolor.
Queremos compartirles el fuerte testimonio que nos han dado nuestras hermanas religiosas, sacerdotes, el obispo de esta diócesis de Copiapó: desde el primer día no han parado de ayudar, contener y acompañar al pueblo en su calvario. Con el cuerpo en el barro (de hecho, tuvieron que meter más que los pies) llegaron a acompañar a los que estaban necesitando ayuda urgente. En medio de tantas preocupaciones, nos han acogido maravillosamente y expresan su agradecimiento de que estemos aquí. Ellos y ellas, han sufrido y llorado con el pueblo de Copiapó; ellos y ellas necesitan relevo, no los podemos dejar solos.
Como comunidad misionera hemos experimentado la riqueza de una fraternidad intercongregacional, la fuerza que esta puede tener en la misión. El orar, reír, llorar, servir, celebrar juntos nos hizo reconocer a Jesús en este Emaús de las poblaciones “Pintores de chile” y “Los Llanos” (Paipote).
Trasmitimos a ustedes, el sueño de CONFERRE Atacama, de conformar una comunidad intercongregacional que se quede más tiempo apoyando el inmenso trabajo que hay aquí, y cuyos pocos consagrados no dan abasto en la zona. Así también la propuesta de Monseñor Celestino Aós de establecer un equipo para responder a este tipo de catástrofes: que se pueda constituir en el lugar para dar una respuesta organizada y más inmediata desde CONFERRE.
Al final de la misión de estos días, reconocimos a Jesús en la fracción del pan. Celebramos la eucaristía por primera vez en el lugar del aluvión, justo frete a la capilla María Reina de la población Pintores de Chile, que fue complemente destruida. Poco a poco fue llegando la comunidad a celebrar la vida en medio de un barrio devastado. En momentos como estos la Eucaristía toma una fuerza total en la vida de quienes la celebran. La presencia del Resucitado compartiéndonos su cuerpo y su sangre, su palabra, su bendición, marcó un nuevo tiempo en la comunidad cristiana. Ahora hay que levantar el templo de nuestro espíritu.
Nos vamos con la misión de animarles a venir y apoyar lo que aquí se está haciendo. Sabemos que no es fácil despojarnos y soltar aquello en lo que estamos comprometidos en nuestras misiones, apostolados y obras; démonos el valor de hacer un paréntesis y optar con profetismo por este aluvión de barro que aun está presente no solo en las calles sino en el interior de las personas, y como el desierto florido seamos fecunda palabra de Dios que embellezca un poco sus vidas.
EQUIPO MISIONERO
- Idilia Dall’Agnoll (Ministras de los Enfermos de San Camilo).
- Luisa Escobar (Carmelitas Misioneras).
- Zunilda Olguín (Sagrados Corazones).
- María del Carmen Donda (Carmelitas Misioneras).
- Alex Vigueras (Sagrados Corazones).
- María Mercedes Escalona (Dominicas de la Presentación).
- Joseph Rianghepat (Sagrados Corazones).
- Julia Órdenes (Franciscanas Holanda).
- Marina Sanhueza (Hermanitas de Jesús).
- Cecilia Sarmiento (Esclavas del Sagrado Corazón Argentinas).
- Mariana Bergmann (Esclavas del Sagrado Corazón Argentinas).
- Noris Medina (Laica).
- Dora Antimán (Hijas de la Caridad de Sn. Vicente de Paul).
- Carmen Peralta (Hijas de la Caridad de Sn Vicente de Paul).
- Rocío Verano (Hermanas Misioneras de Misión Gran Río).
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