En la historia de la Iglesia, hay momentos en que el Espíritu sopla con tanta claridad que no hace falta explicarlo: basta con abrir el corazón, extender las manos, dejarse llevar y caminar juntos. El pontificado
del papa Francisco ha sido uno de esos momentos.
Por sobre sus salidas de protocolo con tanta libertad, su origen latinoamericano, y haber sido el primer papa jesuita, entre tantos gestos que nos regaló, fue su vida y sus palabras las que resonaron en nuestro corazón y vocación de religiosos y religiosas. En él, sentimos que la Iglesia volvió a hablar nuestra lengua: la de los pueblos, la de los pobres, la del Reino. Esto nos hacía falta.