Las confesiones religiosas presentes en nuestro país —Iglesia Católica, Ortodoxa, Evangélicas y Protestantes, Anglicana, Comunidad Judía y Comunidad Musulmana— hemos alzado una sola voz: la vida humana es sagrada e inviolable en todas sus etapas.
Reafirmamos que la eutanasia contradice la dignidad de la persona, los derechos humanos y los valores espirituales que compartimos. No somos dueños de la vida: somos custodios de un don que debe ser protegido hasta su fin natural.
Exhortamos al Parlamento a rechazar toda forma de legalización de la eutanasia o suicidio asistido, y a promover en su lugar una ley integral de cuidados paliativos, que acompañe con compasión, fe y solidaridad a quienes sufren.