“Señor, queremos ver a Jesús”
Jn. 12, 21b
Hna. Claudia, ap
Las lecturas de este Domingo nos siguen preparando para llegar plenamente conscientes a la Fiesta de la Pascua, del “paso” de Jesús de la muerte a la vida.
Siguiendo el Evangelio de Juan, vemos que ya se ha decido la muerte de Jesús (cfr Jn 11, 49 ss) y por tanto sólo queda esperar el momento preciso para prenderlo y con esto terminar de una vez por todas con el fervor mesiánico que viene agitando al pueblo y que encuentra, según el evangelista, su máxima expresión en la resurrección de Lázaro y la entrada en Jerusalén (cfr. Jn 12,1ss)
Muchos desean verlo, esa es la petición que los griegos presentan a Felipe, pero con su respuesta, Jesús deja en claro que esta acción encierra algo más profundo: un abrir la mente y el corazón para poder acoger el camino de la cruz, porque a Él no le quitan la vida, Él mismo la ha ofrecido en fidelidad al Padre (cfr. Jn10,17ss) quien, como señala San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales, desea hacer redención (cfr EE.EE. N° 102).
Entonces, este “ver a Jesús” conlleva no sólo el estar delante de Él, sino también dejarse interpelar por Él, hacerse consciente de cuál es la vereda desde la cual lo estoy viendo o lo quiero ver; significa conocer, es decir, darse tiempo para compartir, preguntar, escuchar, orar acciones que permiten acoger su persona y su mensaje no ya desde la pasividad de lo conocido o la rigidez de quien pone la seguridad en respuestas ya dadas sino desde el camino de la cruz, camino de entrega, de muerte que da paso a la vida y al cual ciertamente Jesús será fiel, porque es el camino de redención que ha asumido.
Este “ver” a Jesús nos permite hacernos más conscientes de nuestras propias resistencias frente a su mensaje (muchas veces nacidas de experiencias negativas que nos acompañan y que son parte de nosotros) y los desafíos que presenta la Iglesia y el mundo de hoy; el “ver” a Jesús y dejarnos ver por Él nos impulsa hacia adelante, a salir de nosotros mismos, a encontrar nuestra mejor versión, a ser creativos a la hora del seguimiento, a no vivir desde el miedo que paraliza o desde un presente anclado en el pasado (siempre se ha hecho así) sino desde la creatividad que brota del aquí y ahora como lo han mostrado tantas Fundadoras y Fundadores a lo largo de la historia quienes ciertamente pidieron al Padre la gracia de “ver a Jesús”.
A Jesús lo veremos en la entrega generosa del día a día, que no está centrada en la mentira o la vanagloria sino en la dignidad de saberse hijo de un Dios cuyo amor es un amor que redime, que salva, que da vida.