“Abandonándolo todo lo siguieron”
LC 5, 1-11
Hna. Miriam Muñoz
Religiosas Filipenses
Como siempre la Palabra de Dios nos lleva a las profundidades de la vida y en esta oportunidad también a las profundidades del mar en un texto que nos narra la vida cotidiana de un grupo de pescadores desanimados y decepcionados por su infructuosa pesca, mientras a su alrededor multitud de personas escuchan a un Jesús que atrae con su arte de comunicador de la Buena Noticia. Pedro y sus ayudantes jamás se imaginaron que serían los protagonistas de aquel día que cambiaría sus vidas para siempre. Así es como Dios nos sorprende a lo largo de nuestro camino, así lo hizo cuando nos llamó a vivir nuestra vocación. Nos cambió la tarea que realizábamos, lo que estábamos esperando o quizá proyectando para que se cumpliera su plan de salvación.
En este pasaje nos encontramos, por un lado, con un Jesús maestro que utiliza todo tipo de recursos demostrando manejo y experiencia para enseñar ante una gran audiencia, la comunidad reunida en tierra firme o en el vaivén de la barca en el mar, alejado de la seguridad, en el desapego de lo terrenal.
Jesús se da a conocer y presenta su poder a través de un milagro que deja en evidencia que Dios es el Rey del Universo, el rey del amor, de la solidaridad y de la justicia. Sí nos abrimos a su gracia y a su infinita bondad sabremos que nos ofrece lo que necesitamos hasta dejarnos en el asombro.
Que gran ejemplo nos entrega Pedro con su actitud al atreverse y confiar en lo que le indica Jesús: “Navega mar adentro y echa las redes”, aun dudando al saber que la experticia en el mar la tenía él y sus compañeros de labores, pero, sin embargo, deja que Jesús sea el capitán de la barca, eso es lo que muchas veces repetimos o queremos vivir y ponemos resistencia a aquella frase de “dejar que Dios sea Dios”. Pedro también nos recuerda que si somos conscientes que somos pecadores podremos entender a nuestros hermanos, ponernos en el lugar del otro sin juzgar.
Que experiencia tan honda la de Pedro que el temor que sentía, se transforma en un gran respeto y admiración hacia Dios que no le cabe duda alguna a él y a sus compañeros de dejar lo suyo, sus seguridades, salir de zona de confort para ser testigos de la obra de Dios.
El encuentro con Jesús cambia nuestras vidas, porque sale a nuestro encuentro, se fija en alguien concreto, sube a nuestra barca para invitarnos a navegar con Él, porque sabe lo que valemos, pone su confianza en cada persona que es capaz de seguirle a pesar de las tempestades.
Que no caigamos en las redes de la rutina, de la distracción que aburre y desencanta, al contrario, dejémonos sorprender por Jesús que cambia nuestros miedos en confianza plena, para reencantarnos cada día con el envío a comunicar a un Dios de amor y a vivir nuestra misión con alegría.