P. Carlos Cano
Congregación de los Padres Pasionistas
Evangelio según San Lucas 14,1.7-14.
Jesús nos propone en este pasaje de San Lucas el camino de la gratuidad, del servicio desinteresado, de la caridad más allá de la “justicia”, de la amistad lejos de todo convencionalismo e interés, de la autenticidad al margen de la apariencia y de lo “políticamente correcto”, de la sinceridad sin menoscabo de la cordialidad y de la ternura. Jesús es la Verdad y se siente con las manos libres para enseñarla sin preocuparse de los juicios humanos y de la imagen “buenista” que tanto agrada a los poderes de este mundo.
Acepta la invitación de un fariseo importante, a sabiendas de que pisa terreno peligroso y de que le pueden tender una trampa; es correcto, educado y valora la amistad y la invitación pero no se siente atado ni condicionado por el entorno. Viene a buscar a la oveja perdida esté donde esté. No se frena en desenmascarar la hipocresía farisáica pero tampoco renuncia a ofrecer la verdad del amor gratuito y a señalar el camino de la verdadera amistad. No tiene inconveniente en entrar en la casa de los ricos como este fariseo o el cobrador de impuestos Zaqueo pero en ambos casos anuncia la Verdad del amor gratuito y rompe esquemas de comportamiento que no son del Reino. “cuando invites, no lo hagas a tus parientes…invita a los pobres”. Es la “alternativa evangélica” a un comportamiento mundano que hace distinción de personas, genera injusticias y abre abismos entre los seres humanos.
Nuestra Vida Consagrada es la “alternativa evangélica” a un mundo que busca los bienes de aquí abajo y se olvida de los “bienes de allá arriba donde está Cristo”. Somos “signo de los bienes escatológicos”. Cuando uno se acerca a estos conceptos teológicos y los contrasta con la realidad suele sufrir, con frecuencia, un cierto desencanto. Cómo nuestros conceptos espirituales, nuestros carismas fundacionales y nuestras Constituciones renovadas están alejados de una vida evangélica simple, sin explicaciones complicadas y argumentos teóricos. Me atrevo humildemente a afirmar que nuestra vida consagrada no rompe moldes sociales, sino que padece una cierta mundanización más cercana a los valores de este mundo que a los valores del Evangelio. Tengo la impresión de que hemos dejado de ser signos creíbles para esta sociedad materialista porque nuestro estilo de vida, nuestros criterios y nuestras aspiraciones han dejado de ser la “gratuidad”, la “sobriedad”, la “disponibilidad”, la “austeridad”, la “renuncia al poder y al prestigio”. No somos “alternativa evangélica de vida” y nos hemos contaminado con este mundo. Estamos muy condicionados por la imagen, por el prestigio social, por la amistad de los ricos, por el poder, por el reconocimiento y la recompensa, incluso económica; nuestra misión ha quedado, muchas veces, atrapada en las redes de este mundo y nos falta libertad evangélica, disponibilidad y gratuidad.
El Evangelio de San Lucas, nos marca el camino para acercarnos a Jesús, aprender de Él y seguirle. La Madre del Señor nos ayudará a recuperar el Evangelio vivo de su Hijo.
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