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el viento

Comentario Evangelio 28 de Agosto

Hermana Teresa Figueroa Martínez, CM
Carmelitas Misioneras

En esta oportunidad al reflexionar este evangelio se me vienen dos actitudes fundamentales del cristiano y que Santa Teresa de Jesús las define en sus escritos: Humildad y desasimiento.

El texto del evangelista Lucas nos dice que era un día sábado y Jesús fue invitado a comer a casa de unos fariseos y ellos lo observaban. Vemos también a Jesús observando a los invitados que tratan de ocupar los puestos de honor y les da una lección. Una lección de humildad, y les llama a reflexionar sobre la verdad de ellos mismos. Les ayuda a abrirse, a reconocerse en su verdad y reconocer a los demás. “Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no escojas el mejor lugar. Puede ocurrir que haya sido invitado otro más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga y te diga: Deja tu lugar a esta persona. Y con gran vergüenza tendrás que ir a ocupar el último lugar”.

Buscando en el diccionario nos dice que la humildad es una característica que consiste en tener conciencia de nuestras virtudes y defectos y obrar de acuerdo a esto. Es lo opuesto a la soberbia y la arrogancia. Y es un valor fundamental para convivir armoniosamente en sociedad. 

Dice, además que es una apertura interior que se proyecta en los demás para reconocerlos, para ofrecer respeto y confianza; es mirar con los ojos descalzos sabiendo apreciar las cosas sencillas.

Jesús nos llama a que reconozcamos nuestra verdad más profunda y actuar según ella. Como dice Santa Teresa:

«La humildad es andar en verdad» Sextas moradas (6M 10,8): ser realmente, de hecho, verdadero, como se es por vocación. De este modo la humildad es la estructura fundamental, básica y esencial de la mujer y el hombre, por gracia redimido y, en cuanta libremente acogida, en plenitud realizado.

Para conocernos verdaderamente hay que «salir» de sí, (6M 8). Porque «jamás nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios» (6M, 9). Es decir, conocer lo que Dios hace en nosotros, la gracia que nos comunica día a día.  Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien. Y allí aprenderemos la verdadera humildad.

La humildad auténtica es una escuela de agradecimiento, de servicio, aceptación; no esclaviza, ni acepta la pusilanimidad o el servilismo aleja de la mentira sobre todo en la peor de las mentiras: el autoengaño, y nos abre a relaciones mutuas profundas y sinceras con nosotros mismos, con los demás y con Dios.

Francisco Palau mi fundador dice que La soberbia entumece y exalta al hombre y le coloca en un lugar que no le corresponde, pretendiendo hacerle pasar por lo contrario de lo que es y ostentando lo que no tiene. Para no perecer envenenado por el hálito pestífero de esta infernal cabeza, necesitamos una virtud que ponga freno a nuestros deseos y apetitos de honor, gloria, dignidad y grandeza mundana, sea material o espiritual, y ésta es la humildad.

Nuestros Fundadores y fundadoras también nos han dejado lecciones sobre ello. Podemos ir a ellos para volver a profundizar esta actitud tan preciada que Jesús nos exhorta en este evangelio. La humildad es la base de todo diálogo.

Jesús dijo también al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una comida, no invites a tus amigos, hermanos, parientes o vecinos ricos, porque ellos a su vez te invitarán a ti y así quedarás compensado”.  “Cuando des un banquete, invita más bien a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. ¡Qué suerte para ti si ellos no pueden compensarte! Pues tu recompensa la recibirás en la resurrección de los justos.»

Y aquí descubrimos esta otra actitud que nos habla Teresa de Jesús que es el desasimiento o el desinterés. Jesús nos dice con todas sus letras que no seamos interesados en nuestras relaciones con los demás.

Teresa propone el desasimiento de la persona como requisito que le permite crecer en el amor, otra vocación irrenunciable. El desasimiento es la virtud que genera la libertad afectiva y efectiva respecto a las criaturas y a uno mismo. Y encuentra su sentido en la medida que es camino que conduce a la persona a apropiarse de la libertad. Pero, sobre todo, la persona recorre este camino de desasimiento, porque se siente amada por Alguien que llena su vida. Damos todo por el que Es Todo, por el Dios con nosotros (Jn 14, 6). De ahí que el desasido se encuentre ya como en un cielo, pues “se contenta sólo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo” (Camino 13,7).

Para Teresa el desasimiento es liberación. Y es necesaria tal liberación para llegar al señorío de sí mismo. Por eso podemos decir que el desasimiento es el estado del alma que está libre de todo afecto desordenado y egoísta hacia cualquier cosa o persona.

En el pensamiento teresiano, el desasimiento es una actitud esencial para la vida religiosa. Ya que la vida religiosa es una opción por Dios, según la cual se hace de Él el único bien absoluto que se asume, quedando todo lo demás relativizado y valorado sólo desde Él.

Busca en tu alma la humildad verdadera: ¿Te complaces en ser lo que no eres? ¿Ostentas lo que no tienes?  ¿Deseas ser ante los hombres y mujeres lo que no eres delante de Dios?  ¿Apeteces glorias, honores y grandezas vanas?

¿Qué preguntas nos harían nuestros fundadores y fundadoras sobre la humildad? ¿Sobre las relaciones con los demás ¿que busco? ¿Cuál es mi interés?

Animémonos en este camino de seguimiento de Jesús, sobre todo en estos momentos tan cruciales para nuestro País, siendo puentes de diálogo, discernimiento, respeto de conciencias y de pensares. Que Dios nos ilumine.

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