La Vida Vence
María de Lourdes López Munguía, fmm
Desde que regresé a la ciudad de Goma en la República Democrática del Congo, en diciembre pasado, hemos estado viviendo en medio de una situación de guerra; una guerra fratricida que comenzó en los años 90’s y que, debido a los intereses políticos y económicos se revive por momentos. Ciertamente, la guerra como tal no ha llegado a la ciudad pero sí sus consecuencias; miles de familias desplazadas viviendo en condiciones inhumanas, encarecimiento de los productos básicos, aumento considerable de la violencia en las calles, etc.
Como parte de nuestra presencia y misión aquí, hemos estado discerniendo cómo responder a esta nueva realidad de desplazamiento de la población y constatamos una cantidad inimaginable de niños y niñas en diferentes niveles de malnutrición.
Justamente ayer (22/3/2023) visité el Centro Nutricional de las Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas; cada vez que voy, el corazón se me apachurra al ver el sufrimiento de los niños y niñas quienes, tan pequeños, ya han vivido mucho dolor y luchan entre la vida y la muerte.
Ayer conocí a un pequeño de 5 años (probablemente) a quien llamaré Espoir, llegó al centro hace 2 meses y ha estado luchando por su vida todo este tiempo en un abandono total, debido a que su mamá lo dejó solo… Cuánto dolor!!!
Es en medio de esta realidad que hoy me siento a escribir a la luz del Evangelio de este domingo (Jn. 11,3-7.17.20-27.33b-45). Resuena fuertemente la primera expresión de las hermanas de Lázaro: “Señor, tu amigo está enfermo”.
Tal vez en este camino Cuaresmal y en el camino de nuestra vida misma, encontramos a muchos Lázaros, muchos amigos y amigas de Jesús, quienes han sufrido incontables vulneraciones. Este año en Chile, mucha gente ha perdido sus hogares a causa de los incendios forestales y el país continúa recibiendo hermanos y hermnas que huyen de sus países; creo que en un primer momento, y delante de Dios necesitamos traer a nuestro corazón, a nuestras vidas los nombres de tantas personas que, como el pequeño Espoir, son los amigos y amigas más entrañables de Jesús y gritarle con todas nuestras fuerzas:
“SEÑOR, TU AMIGO ESTÁ ENFERMO”
Martha tiene una familiaridad profunda con Jesús, tanto que puede cuestionarle: “Si hubieras estado aquí…” Ayer, cuando regresaba a casa, una primera pregunta que se vino a mi corazón fue: “¿Dónde estás Señor?”
Necesitamos dejarnos acompañar por Jesús para ir hasta donde están sus verdaderos amigos y amigas, Anawin de Yahvé. Atrevernos a ir hacia los lugares y espacios donde habitan las diferentes muertes de nuestro mundo, el dolor causado por las injusticias sociales. No en vano Jesús fue hasta la tumba de Lázaro, no le reencontró en su casa, lugar de la amistad profunda o en el camino… Jesús salió de los espacios de vida para ir a la tumba, el espacio de la muerte, es necesario que osemos ir hasta las tumbas de nuestro mundo y solamente podemos ir a esas tumbas si antes hemos sido capaces de ir a nuestras propias tumbas para dejarnos salvar por Jesús.
“Padre, te doy gracias porque me has escuchado…”
Ayer, el pequeño Espoir, en la desnudez de su cuerpo y la fragilidad de su vida, me regaló el sentido profundo de este Camino hacia la Pascua. Mientras estaba sentada junto a él ayudándole a comer… su pequeña mano se apoyó en mis piernas y dejó que su cuerpo cansado descanasara en el mío… ciertamente, no sé si Espoir logrará vivir y, la realidad es que la impotencia me embarga; sin embargo, este pequeño gesto de contacto humano, de saber que es Amado… es el signo de que en medio de las muertes de nuesto mundo; la vida vence, porque hay aún una luz de humanidad que nos impulsa a entregarnos.
Que el Dios amigo de los más pequeños pueda regalarnos su Resurrección para que Nuestra vida sea siempre un Aleluya, un canto de Vida para quienes somos enviadas, enviados.
