Hna. Rossina Jopia Muñoz
Misionera Dominica del Rosario.
El evangelio de este día nos invita a detenernos, para hacer consciente el cómo estamos escuchando, acogiendo y llevando a la práctica esta propuesta de Jesús de: “amar al prójimo”. Este amar, nos lleva a mirar nuestra opción creyente a nivel personal, en nuestras relaciones con los próximos y con las personas que nos vamos encontrando en el camino, desde la compleja cotidianidad de nuestra realidad.
Esto nos lleva a discernir si nuestras actitudes, actuar y nuestro comportamiento va acorde al querer del Dios de Jesús, pues vivimos en una humanidad cada vez más polarizada, divergente, dividida en categorías: buenos y malos, derechas e izquierdas… Ante la complejidad de poner la otra mejilla, vivimos en la dinámica “del que me la hace me la paga”, dejándonos llevar por comportamientos agresivos y violentos, haciendo uso de la funa, para aquellos que hemos enjuiciado socialmente por su actuar no coherente en su servicio y compromiso con el pueblo.
Poner la otra mejilla, es la propuesta de ejercitarnos en la tolerancia, el diálogo, la escucha, en apertura y docilidad al Espíritu en este tiempo de confusión, y del ya basta de las desigualdades sociales, económicas, culturales de nuestra sociedad, este es el gran desafío en este cambio de paradigma del sistema capitalista, colonizador y depredador, para pasar a la vivencia de los valores del Reino: Verdad, justicia, respeto, igualdad, perdón, entre otras cualidades y actitudes; de pasar de nuestras tibiezas a las definiciones desde nuestras opciones fundamentales que tejen los hilos del buen vivir.
“Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo…” (Mt.5,43 ss.) Hoy amar al prójimo supone un desprendimiento de nuestros apegos a ideas, esquemas mentales, desprendernos de nuestras actitudes y comportamientos narcisistas, conquistadores, para detenernos a mirar, escuchar, acoger al otro/a con su esencia a ejemplo de la predicación y actuar del Nazareno.
Amar al prójimo es situarnos en la primera línea, que defiende, socorre, cura las heridas de las y los que luchan, arriesgando la vida por construir una sociedad más humana, justa, incluyente, compasiva y misericordiosa… El amar al próximo/a, nos impulsa a resignificar el de dónde nos situamos y ubicamos, preguntándonos si estamos en las fronteras de la vulnerabilidad, del descarte, sosteniendo y resistiendo a las y los no tomados en cuenta, desde un acompañar, nutriendo el sueño del Dios de la Vida, donde nadie sobra, sino por el contrario, nos necesitamos hombres y mujeres, para continuar cimentado la vida.
Amar a nuestros próximos es movilizarnos hacia la esencia y fundamento de la predicación de Señor Jesús: El Reino de Dios, desafío constante de humanización para nuestros pueblos, desde sus propias sabidurías encarnadas y germinadas en el hoy.
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