Sor Ximena Oyarzo
Hija de María Auxiliadora
¡Que hermosa es la imagen de Jesús Buen Pastor! Palabra de Dios, que la Iglesia nos invita a mirar este domingo IV de Pascua.
Me evoca gestos de encuentro, de familiaridad, de amistad; la seguridad y la certeza de un amor que se establece y que es capaz de dar la vida.
Una imagen en la que podemos contemplar al Señor Jesús, que nos revela su identidad de Hijo, la misión que ha recibido del Padre y su libre obediencia a Él. Una llamada vocacional que nos muestra el camino que estamos llamados a recorrer, todos, pero de manera especial quienes al escuchar su voz, le hemos seguido y comprometido la vida para donarla como Él.
¡Es que no puede ser diferente! Cuando la bondad es parte de la forma de ser de una persona, uno experimenta la confianza que dispone nuestro ser para dejarse guiar, dejarse conocer y establecer así, una comunión de vida: “conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí”.
Esta relación del Pastor con su rebaño, nos dice Jesús, es como la relación que tiene con el Padre, “como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre”. Entre el Padre y el Hijo, hay un conocimiento “perfecto”, hay un amor íntimo y profundo, una relación de filiación.
Es este el modo de relacionarnos con el Señor Jesús, es la forma como podemos configurarnos con el Pastor Bueno, esta es la relación a la que nosotros estamos invitados a participar, comunión que el Señor nos invita a vivir cuando escuchamos su voz, para ser un solo rebaño, para compartir nuestra identidad de hijos amados.
También nosotros decimos hoy, ¡Miren que amor nos ha tenido el Padre! Amor que Jesús experimentó con fuerza y que anuncia este domingo ¡Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida (…) Esa es la orden que he recibido de mi Padre! El amor grande del Padre se manifiesta en el deseo de la salvación de los hijos. Será para Jesús la donación total de la vida, esta misión encomendada es acogida con voluntad libre, nadie le quita la vida, es Él quien la da. Este es el signo del gran amor: la entrega absoluta de sí mismo, por el otro, para la salvación del otro, para construir el único rebaño, para restituir la filiación.
Este es el amor que experimentamos cuando escuchamos la voz del Señor. Esta es la voz que nos habló al corazón y nos llamó a una vocación específica en la Iglesia, una voz de amor que nos llamó a formar parte de un rebaño de hijos amados.
Tan grande es el amor que Dios nos tiene, que nos invita a vivir como Él, como hijos que dan la vida por Amor.
Este domingo como Vida Consagrada, elevemos con tanta alegría y gratitud nuestra alabanza al Pastor que con su voz llena de amor, nos llama a con Él entregar la vida.
¿No es esta la alegría que nos impulsa a pedir incesantemente al Señor nuevas vocaciones y nos estimula a caminar las sendas del discernimiento, del acompañamiento?
¿No es esta la alegría que anhelamos que tantos jóvenes experimenten en la diversidad de los carismas de la Iglesia al servicio de los hermanos?
La voz del Buen Pastor sigue llamando hoy a su pueblo para entregar su vida y construir el único rebaño, y sigue llamando especialmente a jóvenes, para salir al encuentro de los más necesitados y como Él entregar la vida.
Seamos también nosotros Pastores Buenos, en medio de nuestra amada Iglesia, pastores que salen al encuentro de los hermanos y testimonian la alegría del amor, sobre todo hoy, cuando tan evidentemente necesitamos testimoniar la cercanía, la bondad, decir con los gestos y las palabras que el otro es importante simplemente porque es persona, porque en Dios compartimos la dignidad de ser sus hijos.
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