viernes , 26 abril 2024

Comentario Evangelio 17 de Septiembre

Carlos Cano c.p.

Evangelio Según San Mateo 10,26-33

Cuando las primeras comunidades tomaron conciencia del alcance y de las consecuencias que tenía creer y seguir a Jesús se llenaron de miedo. El recuerdo, la memoria de su muerte en la Cruz les producía temor y espanto. Era muy peligroso unirse al grupo de Jesús pues tenía consecuencias. Había que compartir con El su misma suerte. En cualquier momento se presentaría la prueba, la persecución e incluso la muerte.  Es ahí cuando la Palabra del Maestro adquiere una resonancia muy fuerte en la conciencia de los discípulos, en el relato de San Mateo. “El discípulo no está por encima de su Maestro”. “Si a Mi me persiguieron también a ustedes les perseguirán”. En ese fragor de miedo, temor y debilidad por el que pasan los discípulos, aparece la Palabra todopoderosa y firme de Jesús: “No les tengan miedo”. Tener miedo es humano pero paraliza y los discípulos deben cuidarse del miedo. Nunca deben esconderse y callarse, más bien deben seguir anunciando la Buena Noticia del Maestro y confiar en El. Su Señor es el portador  de la Buena Noticia de Dios. Un día  todo lo que estaba escondido quedará al descubierto.

Los discípulos están llamados a tomar parte activa en este proceso.  Lo que les explica al anochecer, lo deben anunciar antes de acostarse sin miedo como “en pleno día”. Lo que les dice al oído lo tienen que desvelar y hacerlo público.

Vuelve Jesús a insistir en que no tengan miedo. “Quien se pone de mi parte” no tiene nada que temer pues en el juicio El será su defensor ante su Padre.

Es verdaderamente impresionante la visión que tiene Jesús de lo que deben ser sus discípulos; un grupo de hermanos  valerosos, sin miedo, íntimamente unidos a El, “de su parte”.

Para nosotros, metidos en el mundanal ruido de esta sociedad ensoberbecida que no teme a Dios y prescinde de El, que persigue sin pudor a los creyentes y blasfema su Santo Nombre, que amenaza continuamente y condena a quienes defienden la Ley de Dios y cumplen sus Mandamientos, que ridiculiza todo lo bueno y verdadero e impone la mentira y la impiedad, todo esto nos cuestiona de raíz la vida y nuestra manera de vivir el Evangelio y de dar testimonio creíble de fe. ¿Qué estamos haciendo con el llamado a seguirle más de cerca? ¿Qué testimonio damos de Jesucristo? ¿Dónde está el valor para hablar de Jesús sin complejos y con convicción,  para vivir con alegría en medio de las persecuciones, para ser pobres en medio de un  mundo de despilfarro y hedonismo, para vivir la castidad en medio de un escenario pansensualizado, para vivir la obediencia en una sociedad  de libertinaje y despotismo?  Podríamos seguir y señalar  aspectos a revisar.

Nos queda adorar, mirarle y dejarnos mirar para recibir esa infusión de su Espíritu de Fortaleza y salir “sin miedo” a dar testimonio del Evangelio, sin ningún miedo y con alegría. Rechacemos toda cobardía y complejo de inferioridad ante el mundo.

En nuestra mano está escuchar la voz del Maestro que nos insiste a decir en alta voz lo que Él nos dice al oído. Perdamos la cobardía y afrontemos el reto de ser testigos coherentes del Reino.

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