domingo , 8 diciembre 2024
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Comentario Evangelio 17 de Octubre

María Salomé Labra M., SSpS
Misioneras Siervas del Espíritu Santo

La palabra que se nos regala en el Evangelio de este domingo nos llega en un contexto sociopolítico y cultural complejo. Nuestro país conmemora un nuevo aniversario del “estallido social” que favoreció el inicio del proceso de cambio de la Constitución; nos preparamos para nuevos procesos de elección de diputados, senadores y presidente, entre otros, en medio de nuevas situaciones de corrupción que se explicitan en diversos sectores políticos.

Al mismo tiempo, palpamos que hay un mayor control del Covid19, aunque no dejan de preocuparnos las implicancias que, en el ámbito socioeconómico, de salud y educación van emergiendo desde la pandemia en Chile y el mundo ante la creciente migración.  

Mientras que, a nivel eclesial, el reciente domingo pasado, el Papa Francisco ha dado inicio al proceso sinodal de la Iglesia que nos llevará dos años de trabajo y se nos sugiere estar abiertos al Espíritu para ir encontrando los caminos de mayor participación, comunión y misión que hemos de hacer hoy.

Dentro de esta realidad, la actitud de Santiago y Juan no nos sorprende. En un país como el nuestro, en que es tan importante tener una persona a la cual acudir para conseguir favores como “obtener un trabajo”, “conseguir un documento”, “obtener un permiso para…” o buscar con quienes asociarme para enriquecerme no siempre en modos lícitos. Así lo revela nuestro lenguaje: “conseguir un pituto”, “ser amigo del dueño de la pelota” “tener contactos”, relaciones que están presentes en tantas situaciones que vamos conociendo detrás de los actos de corrupción con lo que nos entretenemos en estos días en los noticiarios.

¿Qué vemos en el texto? Jesús, no se escandaliza de los discípulos y su petición, al contrario, le sale al encuentro preguntando ¿Qué queréis de mí? los escucha e invita a profundizar en lo que están pidiendo, los invita a discernir: serán capaces de beber la copa que yo voy a beber…? Y al mismo tiempo, les deja claro hasta donde Él puede llegar: “sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado”. Y concluye, invitando a los suyos a vivir la autoridad desde otro ángulo, desde la actitud de colocarse al servicio de los otros llegando a entregar su vida como rescate por todos; con ello, les va revelando en qué consiste su autoridad.

¿Cuán bien nos hace contemplar el actuar de Jesús y mirarnos en ese espejo? Cuando se nos solicita algo o lo intuimos ¿Salimos al encuentro, escuchamos, ampliamos la mirada o nos asociamos por interés o seguimos nuestro sendero?

¿Cuántas veces nos encontramos como los otros discípulos enojándonos por el proceder de otros, sin percatarnos que, nuestro actuar repite lo mismo que criticamos? Queremos más participación, más justicia, más dialogo, más equidad, respeto por la dignidad de cada uno/a y al mismo tiempo, tenemos actitudes de intolerancia hacia el que piensa, siente o vive situaciones diversas a la nuestra.

Necesitamos de comunidades que favorezcan la reflexión y la posibilidad de explicitar lo que anhelamos y al mismo tiempo, nos ayuden a ampliar la mirada como lo hizo Jesús con Santiago y Juan, escuchar e integrar la vulnerabilidad propia y del hermano/a, escuchar al que piensa diferente como oportunidad de aprender a amar, como camino de hermandad y posibilidad de crecer en compasión, de rescatar actitudes éticas que nos permitan recuperar la confianza de unos y otros para seguir construyendo este país como una gran “mesa para todos/as”.

¿Cuántas situaciones pueden ser diferentes si nos hacemos cargo de aquello que está en nuestro corazón y en nuestras manos poder cambiar? Como comunidades eclesiales, con el proceso de sinodalidad – que nos coloca como discípulos en camino – se nos abren grandes oportunidades de ir construyendo la Iglesia, el país y la sociedad que soñamos. ¿Estás dispuesto/a a participar y comprometerte?

“Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro. Ven en medio nuestro, para que en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles. Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros corazones a la escucha. Ven, Espíritu de santidad, renueva al santo Pueblo fiel de Dios. Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén”.
(Texto inicio del proceso sinodal, papá Francisco, 9 de octubre 2021).

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