sábado , 20 abril 2024
el viento

Comentario Evangelio 15 de Noviembre

Hno. Patricio Pino, fms
Hermanos Maristas

¡Cuántos dones, personales y comunitarios, han salido a luz en este tiempo de pandemia, de estallido social, de escándalos por abusos! Son personas y comunidades que, confiadas en su vocación de humanidad, amor y entrega, han acogido sus dones con diligencia y creatividad, para producir frutos de conversión, solidaridad, acompañamiento, reparación, misericordia, contención y tantos otros, en estos tiempos y realidades que nos desafían a reorientar nuestros propios recursos, sea en forma personal, sea en comunidad. Jesús compara esta realidad con el Reino que el viene a anunciar y develar con su vida, y con su naciente comunidad de seguidores y seguidoras. Con lo que tenemos y se nos ha dado, hemos de hacer mucho bien, tanto cuanto podamos; él sabe nuestra capacidad.

En la parábola, hay dos que, ante la imprevista tarea, con premura e ingenio, duplican el don recibido, y de él dan cuenta con sencillez. Su fruto: el gozo del que los ha llamado, ante tanto bien sembrado. Sentir internamente este gozo, esta paz, aún en las peores realidades que nos toca padecer y acompañar, es la clave que nos hace confiar en que él está actuando por medio nuestro y de nuestra comunidad. Es el sentido de nuestra vida, de nuestra vocación.

El que recibe el don y no produce vida con él no siente esta paz, ni confía en el que lo ha enviado; solo siente miedo, y miedo que es fruto de una no adecuada percepción del que le ha llamado y confiado el don. ¡Cuánto nos limita nuestra propia imagen y la imagen de Dios que nos creamos con nuestras elucubraciones y cálculos! Eso, ciertamente, no es inspiración del buen Espíritu de Dios, y sus consecuencias son patentes: enterrar, esconder, solo esperar a que el tiempo y la realidad pasen, sin hacer nada por nadie, sin ensayar cambios, ni atreverse a experimentar cosas nuevas, para conseguir nuevas realidades.

El Reino de Jesús es cambio, es vida nueva, en la creación, en la sociedad, en nuestra Iglesia y en nuestra familia carismática. Es don para compartir con generosidad y con visión de futuro. La vida que tenemos y que nos rodea, clama por este don.

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