Yo creo en las promesas de Dios
Hna. Mirian Muñoz
Religiosas Filipenses Achao
Cuando preparo este breve comentario y reflexión estoy próxima a realizar un viaje y mi foco está puesto en hacer mi maleta y ordenarla de manera que quepa lo que lo voy a necesitar, evitando cosas innecesarias. Esta acción me hace pensar si realmente esa es mi actitud de enfocarme en estar prevenida para encontrarme con Dios cuando sea el momento de estar cara a cara.
Si hoy los medios de comunicación nos alertaran que en los próximos días hay una huelga de camioneros en todo el país por varios días, seguro que correríamos al supermercado a abastecernos de alimentos, iríamos a comprar combustible, no dejaríamos ningún detalle sin tomar en cuenta, haríamos todo lo posible para estar preparados para este evento.
El evangelio de hoy nos anuncia y recuerda de manera clara y concreta que debemos estar capacitados y atentos a captar los signos de los tiempos porque habrá una segunda venida de Cristo en gloria y majestad que el mismo Jesús afirma que sólo el Padre sabe cuándo será el día y la hora. Ante esta afirmación la invitación es a que nos volvamos a Dios con esperanza y vigilantes, con fe dejando decididamente la modorra espiritual que nos aleja de la verdadera felicidad que la confundimos y disfrazamos de mil maneras.
Este mensaje que se presenta con un tono catastrófico, apocalíptico me produce lo contrario al miedo, porque me envuelve de esperanza y consuelo sabiendo que la venida de Cristo no puede ser un acontecimiento negativo y que pase lo que pase en nuestras vidas Dios está con nosotros, nunca nos abandona.
Que este pasaje del Evangelio que viene a insistir a que no estemos desprevenidos, que aprovechemos el tiempo en practicar el amor, en vivir haciendo el bien, en dar sentido a nuestra vida configurada con Cristo, poniendo nuestra mirada en las realidades cotidianas que nos envuelven y que muchas veces nos estremecen que nos ayuden a actuar de manera urgente para que al final de nuestro viaje podamos sacar de nuestra maleta lo esencial ante Dios y llegar a su presencia con todo el bien que pudimos hacer sin escatimar tiempo y energía en la construcción del Reino. Sabiendo que todo lo terrenal pasa y cada etapa, cada personar tiene su tiempo, la Palabra de Dios permanece para siempre intacta cumpliendo las promesas de Dios, renovemos juntos nuestro deseo profundo de abrazar esta Palabra viva y vivificadora siendo testigos, testimonios vivos de su mensaje.