A la escucha que sana y restaura
Hna. Carolina Madariaga M.
Religiosa del Buen Pastor
Evangelio según San Marcos 1, 40–45
El evangelio pone frente a nosotros a un leproso que se acerca a Jesús y de rodillas le suplica: Si quieres, puedes limpiarme. Este primer capítulo esta marcado por las palabras previas a ésta curación: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido.(Mc 1,38)
El leproso se acerca y se pone en actitud del que no tiene nada y se sabe rechazado por su entorno, es excluido, invisibilizado de la sociedad y su comunidad, el es signo de pecado y contaminación; sin embargo, logra acercarse a Jesús y comienza a exponer su petición, apelando a la voluntad del Maestro “Si quieres puedes limpiarme”. ¿Qué es lo que hace Jesús? Lo escucha con atención y extendió su mano, lo tocó y le dijo: “Quiero. Queda limpio”. Estos dos versículos nos muestran el modo de Jesús para anunciar aquello por lo que ha venido.
La pregunta es para nosotros ¿A qué somos enviados? ¿cómo escuchamos? Muchas veces en nuestro querer hacer el bien nos olvidamos del cómo lo hace Jesús, comenzamos a decir lo que Dios quiere para las personas, y en el apuro de hoy ni siquiera escucharíamos al leproso, nos pondríamos a darle comida suponiendo que tiene hambre, le daríamos ropa, algún tratamiento médico o le buscamos trabajo; no obstante, ¿Qué es lo que necesitan nuestros hermanos y hermanas mas vulnerables?
Como vida consagrada podemos vivir muy ocupados, respondiendo a necesidades que muchas veces son administrativas o de mantención de edificios que desvían nuestras fuerzas, sin darnos cuenta de quién se acerca a nosotros para ser escuchado. Es tiempo de lo pequeño, de una escucha atenta que implica un encuentro personal, que es es transformante y salvífica.
Dice el texto que después de ser sanado, Jesús envía al leproso a cumplir con los preceptos de pureza al templo; lo restituye en la comunidad, y culmina con el sentido que tiene la sanación: les sirva de testimonio.
El llamado es como vida consagrada a escuchar a la persona antes de suponer sus necesidades, a encontrarnos mirándonos a los ojos descubriendo lo que Dios va haciendo, y que ese encuentro sea sanador, restaurador, dignificante, colmado de ternura; que sirve de testimonio para tantos leprosos, enfermos, para aquellos que creen que cumpliendo los preceptos están sanos; sirva de testimonio que sólo la escucha sincero y el encuentro verdadero, pueden sanar hasta la lepra más pestilente del ser humano.
Que Jesús Maestro, anime nuestra vida consagrada a buscar lo pequeño, a poner atención a nuestros hermanos y hermanas para escucharlos, tocarlos, sanarlos y ser testigos del Reino que está aquí y ahora.
Leave a comment