jueves , 28 marzo 2024
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Comentario Evangelio 10 de Julio

 Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y
con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.
Lucas   10, 25-37

Sandra Lucarelli Castagno
Religiosa de María Inmaculada

Este domingo, Lucas nos trae de nuevo la hermosa parábola del buen samaritano, que tiene en su devenir este impresionante preámbulo, que podríamos decir que resume todo el proyecto de Dios, consumado absolutamente en Jesús. Y Jesús, nos lo señala como camino, como modo de plenitud, como la forma de ser auténticamente humanos, reconociéndonos hermanos, desarrollando en nosotros la empatía, la ternura y el amor con que Dios nos acompaña a cada uno. Amar a Dios, no es un acto voluntarioso, no es un esfuerzo piadoso, un cumplimiento de la “ley” que nos lleva a una actitud autorreferencial, que nos distancia de los demás. Amar a Dios, sólo puede surgir, como respuesta de un encuentro profundo con El, que no ha pasado de largo, tantas veces, cuando hemos estado heridos, tirados en el camino, cuando una mano cercana nos ha ayudado a ponernos de pie, cuando alguien gratuitamente ha creído en nuestra fragilidad. La fe, como don que configura el corazón, nos ayuda a leer las entrelíneas en las que Dios nos muestra su rostro y nos deja asomarnos a su inmensa e incondicional ternura. En la experiencia de un AMOR que nos encuentra, nos crea y recrea, nos sostiene y nos llama, surge la respuesta de dejar que Dios impregne cada rincón de nuestra existencia.

Como consagrados, amar de esta manera a Dios, constituye el eje articulador y movilizador de nuestra entrega, que se hace real en ese “agacharse” hasta el hermano necesitado. Cuántos de nosotros nos entusiasmamos a seguir a Jesús, con el testimonio de esta radicalidad en santos hermanos nuestros que nos cautivaron con su modo de hacerse “prójimos”, con su alegría de tener a Dios por único tesoro y por la coherencia con la que dieron su SI en el seguimiento.

Aún en estos días, nos impacta y nos confirma que quien vive a cabalidad este proyecto, también acepta las consecuencias, que ser “buen samaritano” puede traer a nuestra existencia. Aquí podemos ser iluminados por el testimonio y la entrega de tantos hermanos nuestros, que dieron y dan la vida por el ser humano herido, avasallado en sus derechos, marginado, explotado… Con un recuerdo agradecido hacemos presentes a Joaquín y Javier, jesuitas asesinados hace días en México, por intentar ayudar a un hombre perseguido, a Luisa, hermanita del Evangelio, por estar al lado de sus hermanos haitianos, a las misioneras de la Caridad, expulsadas recientemente de Nicaragua, por atender a los más pobres y ser acusadas desde la tergiversación de la verdad, a nuestros hermanos que luchan en la Amazonía,  a los que alzan la voz en donde la libertad no es un derecho, y la injusticia “el pan nuestro de cada día”;  a los que optaron por quedarse en medio de la guerra… A tantos que no conocemos pero que encarnan en coherencia y hasta las últimas consecuencias, este proyecto de Jesús…

A medida que caminamos, vamos aprendiendo que podemos ser “heridos” ayudados o ayudar a los “heridos” del camino, del mismo camino que transitamos todos, como humanidad en búsqueda de lo que verdaderamente da sentido a la vida: “Amar al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo.

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