Pasión por Cristo y pasión por la humanidad
Evangelio según San Mateo 26,14-27,66
Es la gracia a pedir al vivenciar la muerte de Jesús y su resurrección en este año 2017. Necesitamos apasionarnos por Él y por la realidad humana de los hombres y mujeres de nuestros días y sobre todo de los más pobres y despreciados; jugarnos por ellos, dar vida; salir de la indiferencia y mediocridad. Estamos entrando en la celebración del corazón de nuestra fe y en la confesión de la misma. Eso nos lleva a creer que celebrar la pasión de Jesús y su resurrección nos deja con una fuerte convicción ya que estamos llamados a pasar de la muerte a la vida; a dejar la retórica, el sentimentalismo o el fideísmo y entrar resueltamente en el dinamismo de la fe, la esperanza y la caridad que son las verdaderas expresiones donde se realiza día a día la resurrección de Jesús.
Eso nos debe dejar vibrando por la generosidad y la entrega. En la cruz, al contemplar a Jesús concluimos que el mal llegó a su máxima intensidad ya que matan y de qué modo al autor de la vida. En la resurrección celebramos cómo la Vida mata a la muerte. Todo esto a nadie debe dejar indiferente. Tiene que apasionar.
Jesús nos enseña a ser presencia viva de su modo de existir y actuar y a convertir el amor en profecía y ternura que engendra vida nueva. No hay duda que revivir la pasión del Señor y su resurrección hace crecer la intensidad de nuestra vida cristiana; nos apasiona. Impacta tomar conciencia de cómo nos mueve. Compromete mucho orar y hacer la memoria tanto de las estaciones del viacrucis que nos evoca el evangelio de este domingo como las estaciones del vía lucis que recorreremos en el tiempo pascual.
Estas fiestas bien vividas, estos evangelios bien escuchados nos dejan con pasión por Jesús; las escenas son para pintarlas en rojo, para transformarles en movimientos intensos y quedar prendados con la cruz que atraviesa el mundo para salvarlo y convertirlo en Reino de Dios. Cristo muerto por amor deslumbra, moviliza. A él nada le detuvo en la entrega. La pasión tiene que marcar nuestra relación con Jesús. No cabe duda que así tiene que ser cuando lo vemos clavado en la cruz; le arrebata a uno la vida.
Nos dejan, también, con pasión por la humanidad; de la que formamos parte. Cristo resucitado nos lleva abrir los oídos a los clamores de vida, de paz, de fidelidad, de pan, de cariño, de libertad, de verdad, de trabajo que suscitó con su victoria sobre la muerte. Jesús resucitó y “de la muerte nos sacó”. Así es. El creyente que vive apasionadamente su fe en Cristo resucitado y expresa su pasión en el servicio a los demás; se juega entero por ellos.
No hay duda que la celebración pascual es la ocasión para dejar en la tumba la frustración, la monotonía, la desilusión, el cansancio y el desencanto; para ganar en la pasión por Cristo y por la humanidad. Vivir como creyente auténtico en Cristo resucitado es recuperar el encanto, seducir y comprometerse. ¡Qué bien nos hace el fuego de la pasión de Jesús para encender el fuego de muchos!
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