“llevaron al niño a Jerusalén, para presentarlo al Señor”
Lc 2,23
Hna. Claudia. ap
Congregación Apostolado Popular del Sgdo. Corazón
Las lecturas de este domingo nos recuerdan que la fe no puede ser reducida a simples ritos o cultos más o menos conocidos y practicados o a prácticas vacías de compromiso porque la alianza de Dios con el ser humano habla de una relación que compromete la vida y que está llamada a iluminarla para que otros también puedan entrar en ella,
Al narrar la presentación de Jesús en el Templo, el evangelista Lucas no sólo está presentando el cumplimiento de un precepto propio de la fe de José y María sino la acción del Espíritu en vista a que podamos reconocer quién es realmente Jesús. Lucas señala que Simeón ha esperado mucho por este momento, la certeza de que Dios cumple sus promesas ha alimentado su fidelidad y por fin ha visto “la salvación de Dios” cfr Lc 2,30 Ana es una anciana que ha permanecido sirviendo al Señor y que no duda en dar testimonio de aquello que ha presenciado. cfr Lc 2,38; vemos entonces como Dios va suscitando aquellas “personas – vocaciones” que su pueblo necesita para poder conocer y reconocer su presencia y vivir su alianza.
Mostrar quién es realmente Jesús en nuestra vida y con nuestra vida es un desafío que se hace cada vez más necesario en el tiempo de hoy donde muchos buscan relegar la vivencia de la fe a simples ritos que no toquen la realidad de la vida con sus luces y sus sombras. En nuestro hoy, el desafío no es solamente ser portadores de la luz que es Jesús sino poner los medios, como nos diría San Ignacio de Loyola, para abrir aquellos espacios que necesitan ser iluminados por ella.
Tanto Simeón como Ana, cuyos anhelos y desdichas nos presenta el texto, siguen firmemente unidos a Dios y esperan; es esa esperanza la que les hace perseverar en su servicio. Como ellos y desde nuestra propia vocación, no seamos solamente portadores de la luz que es Jesús, sino que dejémosla brillar e iluminar el día a día de nuestras vidas y de quienes nos rodean.