¡Vayan a trabajar a mi viña!
Hna Carolina Madariaga, RBP
Evangelio según San Mateo 21,28-32
En el evangelio de este domingo se nos presenta un cambio de paradigma, en relación de quienes cumplen la voluntad del padre, ¿acaso son aquellos que parecen intachables? ¿aquellos que a todo dicen sí?
Jesús comienza el evangelio dirigiéndose a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. Los primeros son hombres que conocen la ley, que están más cerca de la experiencia religiosa que el pueblo en general; los ancianos del pueblo, son los hombres de poder económico, ligados al imperio y a la recaudación de impuestos.
A estos hombres Jesús les comparte una realidad que sucede en nuestras familias, trabajo y comunidades: Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: “Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña”. Él respondió: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y éste le respondió: “Voy, Señor”, pero no fue. Luego Jesús les hace la pregunta fundamental a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo: ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre? “El primero”, le respondieron.
La conclusión de la parábola sale de toda posible respuesta, Jesús pone en igual condición a los publicanos y prostitutas con los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, estas duplas representan a los dos hijos, es decir, son hermanos de un mismo padre que les ha encomendado la misma misión: ¡vayan a trabajar a mi viña!
Sin embargo, aquellos que por apariencia han dicho que sí, pero no han ido a la viña no están cumpliendo la voluntad del padre, empero aquellos hombres y mujeres despreciados por el poder religioso y económico, han creído en el anuncio de volver por el camino de justicia, la compasión y la misericordia; los publicanos y prostitutas nos precederán en el Reino de Dios a todos los que creemos que cumplimos su voluntad con sólo decir sí, o llevar un distintivo religioso o contentarnos con ser buenos y cumplir con sus preceptos.
Es increíble el cambio de paradigma de Jesús, aquellos que son descartados por la sociedad y por convicciones morales, ellos nos precederán en el Reino de Dios. Cabe preguntarnos cuáles son las actitudes que debemos tener para abrazar el proyecto de Dios, para ir a su viña sabiéndonos enviados por él como hijos e hijas.
La mirada de Jesús nos saca de nuestras zonas de confort, nos empuja a salir del mero cumplir, para transformar nuestra adhesión con obras concretas poniendo nuestra atención en tantos hombres y mujeres que reconocen su vulnerabilidad y se abrazan al Amor que reconcilia, Amor que suscita testimonio que en definitiva cambia toda realidad humana y social.
Que la misión de la vida consagrada pueda renovarse no solo por decir una formula consagratoria o por cambiar una estructura, sino más bien, sea transformada desde su ser más profundo: somos enviados y enviadas por el mismo Padre a trabajar a la viña de Dios, en comunión con tantos que lo han conocido y han creído en él, siendo signos de su e instrumentos de reconciliación.
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