viernes , 24 octubre 2025
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Comentario Evangelio 01 de Junio

Creerle a Dios, Creer en la Iglesia, Creer En Nuestra Vocación de Discípulos y Discípulas de Jesús
Domingo de Ascensión del Señor (Lc 24, 46-53)

Claudia Lazcano Cárcamo,
Diócesis de Rancagua

La Ascensión del Señor es un relato, que nos presenta Lucas este domingo, cuarenta días después de la resurrección de Jesús. En este pasaje, Jesús asume nuevamente su tarea de Maestro preparando a los discípulos para su inminente partida, recordándoles la misión que el Padre desde un principio le encomendó. «Así está escrito, que el Cristo (el Mesías) padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día”.

Actualmente este pasaje, podría leerse como el testamento, la herencia que Jesús, el Hijo de Dios deja a sus hermanos. Primero, es Dios mismo quien nos trasmite el don de la redención, es fiel a su Palabra; Jesús liberado de las manos de la muerte permite a la humanidad liberarse y recuperar la Paternidad divina. Segundo, entrega un encargo: la Misión a sus discípulos. Este envío es parte del proceso de madurez de todos y todas aquellas que inspiradas por la gracia divina son llamados a trasmitir el mensaje de Jesucristo en nuevas realidades, mediando en ello el perdón de los pecados como instrumento para moldear el alma humana. Esta invitación a velar por todo ser humano, en el lugar que se encuentre y sin mirar condición, se hace un grito urgente y ensordecedor en nuestra nación y en otros países. Cuanto bien podemos hacer si fijamos la vista en Él, en su Palabra… más que en pequeñeces… esa es la verdad que tanto nos cuesta asumir, creerle a Dios y a su pedagogía relatada en las escrituras. “en Su nombre se predicará el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.» Ustedes son testigos de estas cosas. Continuando con el relato en clave de testamento, un tercer punto, es el ministerio otorgado por Jesús a sus discípulos. Es un encargo sin dobleces, intereses o egoísmo. Es un servicio que media por sobre sus limitaciones, solo por don gratuito de Dios. Es el servidor puesto a disposición de sus hermanos y hermanas para animar, acompañar, y continuar el legado de Cristo.

Así, el evangelista va trazando el camino de despedida en cada palabra que Jesús va dirigiendo a sus amigos y nos coloca en la encrucijada de la revelación de los nuevos desafíos. El cambio, la autonomía y la corresponsabilidad, adquiridas en esta despedida pasan por nuestras pobrezas, por dejarnos transformar, aunque no siempre se comprenda del todo el lenguaje de Dios. En ocasiones la única seguridad es la promesa de Jesús. «Por tanto, Yo enviaré sobre ustedes la promesa de Mi Padre; pero ustedes, permanezcan en la ciudad hasta que sean investidos con poder de lo alto.»

He aquí nuestra certeza de creyentes: por la fe, se nos va revelando el misterio de la Ascensión como una profunda relación con Cristo y con la misión encomendada a la Iglesia… puede surgir el temor; creer que Él ya no camina a nuestro lado, como antaño pudieron pensar también los apóstoles. En ocasiones la tristeza no nos deja ver, aceptar, valorarnos y nos paraliza. Somos limitados por el barro del cual estamos hechos y que aún cubre nuestros ojos. No nos deja ver lo esencial.  Creer en la Ascensión de Jesús, no es para creer que bueno que somos porque el Maestro nos llamó. Y quedarnos postrados sin levantar la mirada enmudecidos por este gesto amoroso y gratuito. Al contrario, es el tiempo de fidelidad, de hacerse cargo de la misión encomendada. Es dejar que la gracia nos lleve por sobre nuestros miedos, limitaciones y juicios. Es ver la comunidad de creyentes como el espacio fraterno y divino, donde se instaura una nueva forma de ESTAR por parte de Jesús. Allí donde se nos invita a permanecer para revestirnos de esa unción de santidad. Allí donde Jesús se eleva con todas nuestras plegarias para encontrarnos con la voluntad y amor del Padre. “Entonces Jesús los condujo fuera de la ciudad, hasta cerca de Betania, y alzando Sus manos, los bendijo. Y aconteció que mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de adorar a Jesús, regresaron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el templo alabando a Dios”.

La Ascensión, este domingo es para toda la comunidad una oportunidad para regresar a esa Iglesia naciente, que en profunda oración reflexiona la Palabra de Dios, como el itinerario que el mundo necesita para recibir el Espíritu Santo que Jesús nos promete. Y ser los testigos creyentes que el mundo necesita. Vivir el misterio de la Ascensión o de glorificación es Creerle a Dios, creer en la Iglesia, y creer en nuestra vocación de discípulos y discípulas llamados por el maestro a ser un solo cuerpo, que vela por el bien de todos y todas. Aspirando a la vida nueva que Jesús inaugura para toda la humanidad sin distinción alguna, al ascender al cielo.

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