domingo , 20 julio 2025
el viento

Comentario Evangelio 20 de Julio

“Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo?
Dile que me ayude
(Lc. 10, 38-42)

Sandra Lucarelli Castagno
Religiosa de María Inmaculada

Este trozo del evangelio para este domingo, es breve pero sustancioso. En pocas palabras el evangelista nos pone en una escena cotidiana, que la sitúa en el espacio hogareño de Marta y María, en donde Jesús es recibido con toda la hospitalidad que la amistad suponía en aquel contexto. Más allá de quedar en evidencia, por contraste, dos actitudes de vida, de cara a la relación con Jesús y al espacio que le dejamos realmente en nuestras vidas, me llama la atención la pregunta que Marta le hace a Jesús: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.

Me recordó, cuando era niña y peleábamos con mi hermana. Ese recurrir a papá, a mamá, a la abuela, para que interviniera en algo que yo no podía convencer a ella y que además consideraba, según yo, que no debía ser… Ese asomo de inmadurez, de ingenuidad, de impotencia, da cuenta también de la confianza depositada en quien podía intervenir para lograr mi propio interés. Es una escena espléndida, que nos refleja plenamente, en esos contrastes que aparecen de vez en cuando y que nos dejan totalmente al descubierto. La actitud de María y la respuesta de Jesús, apuntan a esos aprendizajes tan necesarios, donde se amalgaman el “ser y el hacer”, para encontrar el justo equilibrio, que es tarea de toda la vida, en el camino de cualquier creyente, y también de los que hemos decidido consagrar de una manera específica nuestra vida al Señor.

El reclamo de Marta sería aplaudido por cualquier persona, desde una mirada objetiva, pues de alguna manera representa la lógica lineal, de los estándares de justicia social, tan estrechos, que manejamos hoy. Sin embargo, María, sin decir nada, sólo con su actitud y la devolución que le hace Jesús a Marta, introducen la mirada novedosa del Evangelio a lo cotidiano. Jesús valora el trabajo y el esfuerzo de Marta, pero le advierte que, si no deja espacio para el encuentro sereno con El, a su entrega le falta algo. El riesgo de vaciarnos en el “hacer”, está siempre presente y más en estos tiempos en que nuestras comunidades son pequeñas en número y el trabajo y la misión se multiplican.

San Ignacio de Loyola, articuló esta realidad, tan propia de nuestro modo de ser y hacer, instándonos a ser “contemplativos en la acción”, nota fundamental que nos regala la espiritualidad ignaciana. Así, somos invitados a descubrir el paso de Dios, en el transcurrir del día, y a dejarnos interpelar, desde el amor y la confianza que Jesús nos tiene, a elegir, “la mejor parte”.

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