¿Qué cinco panes y dos peces tengo para ofrecer?
Hermana Miriam Muñoz Marín
Religiosa Filipense
El Evangelio según San Lucas, relata uno de los milagros más conocidos y significativos de Jesús, la multiplicación de los panes y los peces. Un gesto que trasciende lo material para revelarnos una verdad profunda sobre el Reino de Dios.
Jesús está rodeado de una multitud que lo sigue porque quiere escuchar su palabra y ver sus obras. Él, movido por compasión, no los rechaza ni los envía a buscar por sí mismos lo necesario, sino que se convierte en única fuente de alimento.
Jesús propone una lógica de confianza y de servicio “Denles ustedes de comer”, esta orden sorprende a los discípulos. ¿Cómo dar de comer a cinco mil hombres con solo cinco panes y dos peces? Pero ahí aparece la grandeza de Dios: cuando entregamos lo poco que tenemos en sus manos, Él lo multiplica y lo convierte en abundancia.
El gesto de Jesús al bendecir, partir y distribuir el pan anticipa la Eucaristía. Así como los discípulos recibieron el alimento para dárselo a otros, nosotros, al recibir la Sagrada Comunión, somos enviados a ser «pan partido» para el mundo y hacerlo realidad en la vida cotidiana.
Los discípulos ven la escasez; Jesús ve la posibilidad de un milagro. Como consagrados, a menudo enfrentamos situaciones donde los recursos humanos, económicos o espirituales parecen insuficientes para responder a las necesidades del apostolado, en cambio el Evangelio nos recuerda que Dios multiplica lo que ofrecemos con fe.
En el colegio donde acompaño a la pastoral se hizo el propósito con los estudiantes de reunir alimentos, cada curso aporta lo que puede y al final logran reunir lo suficiente para alimentar alrededor de cien personas en un comedor solidario de una parroquia de Santiago. En gestos como estos vemos reflejado como el aporte individual se traduce en abundancia colectiva.
Este Evangelio nos desafía a no encerrarnos en nuestras limitaciones, sino a confiar en que Dios puede obrar maravillas con lo que tenemos… ¡si decidimos ponernos en sus manos! ,también nos invita a preguntarnos:
¿Qué «cinco panes y dos peces» tengo yo en mis manos que podría ofrecer a Cristo para que Él los multiplique?
¿Qué tengo yo, aunque parezca pequeño, que pueda convertirse en alimento para otros?
Recuerda que antes de comenzar tu labor apostólica, ofrecer a Dios lo que tienes (tu tiempo, talentos, limitaciones) y pídele que lo multiplique. Luego, actúa con audacia, sabiendo que Él cumplirá su palabra.
Que el Señor bendiga tu entrega y la haga fecunda.