El hablar, el escuchar, el mirar, el sentir y el actuar de un religioso tiene que ser el mismo de Jesús. Con su vida debe evocar y hacer presente a Jesús; lo irradiará y lo contagiará. Donde hay un religioso tiene que salir con mucha fuerza algo semejante a ese grito popular: “Se siente, se siente Jesús está presente”. Lleva a Jesús y nos deja en su compañía. Es una fotocopia fiel de quien se atrevió a decir que era nuestro camino, verdad y vida.

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