En nombre de Jesús
H. Alejandra Cortez Espinoza
Religiosa de María Inmaculada
El nombre de Jesús, su nombre, y no otro, fue lo que a muchos de nosotros nos hizo cambiar de rumbo y responder dando la totalidad de la vida por seguirle, porque “su nombre es como un perfume que se derrama” (cf. Cant. 1,3), un aroma intenso y cautivador que es presencia permanente que vigoriza cada segundo, cada momento de la existencia, cada paso en esta vida consagrada que pretende ser un signo del caminar de Jesús en el mundo; sin embargo, después de 2000 años, se siguen repitiendo estas mismas actitudes de los discípulos del Señor: “Vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre…”, “pero no es de los nuestros”.
¿Acaso el Nombre de Jesús es sólo para algunos?, ¿seguimos creyendo que ese Nombre sólo se expande, cura y salva dentro de la estructura de la iglesia o de nuestras congregaciones? ¿No nos hemos dado cuenta, que en la esencia misma del mensaje de Jesús está implícita la extensión de ese Nombre hacia toda persona humana, sin importar si es o no de los nuestros?
Jesús es para todos, y en “su Nombre”, hemos echado las redes humanizadoras de su buena noticia, y en realidad nuestra preocupación tendría que estar centrada en que ese perfume se derrame y llegue a todos los confines así, con su aroma original y sin adulteraciones, con su frescura y belleza, con su libertad y hondura, sin poner el foco en si ese nombre lo proclamamos nosotros, u otros, que tal vez no lo pronuncien a viva voz, pero que con sus gestos y acciones están llevando su mensaje de amor y abriendo caminos hacia un mundo más justo y solidario.
A veces, como Iglesia, hacemos distinciones entre nosotros, -lo que seguimos a Jesús-, y los otros, -los del mundo-, ciertamente con un sesgo negativo, como si sólo dentro de la institución Iglesia, se pudiera ofrecer con toda su pureza la buena noticia del Señor…Lamentablemente, la misma experiencia nos ha mostrado que el “escándalo” respecto de los pequeños y los más vulnerables, condenado duramente por Jesús, se ha dado con creces entre nosotros, y nos ha sacudido y ocasionado heridas profundas que nos invitan a volver la mirada hacia el Jesús del Evangelio, descubriendo allí, que no hay distinciones posibles entre nosotros y los otros.
Seguramente Jesús nos llamaría a no hacer diferencias, “No se lo impidan”, nos diría, porque quien ama la justicia y trabaja por establecerla, quien ama la paz, quien ayuda y promueve oportunidades para los pobres y desvalidos, quien busca, en definitiva; hacer el bien, aunque no lo pronuncie con los labios, de hecho, está haciendo que el Nombre de Jesús se derrame por todos los rincones, de manera que, como el salmista, podamos decir: “Qué admirable es tu Nombre, en toda la tierra” (cf. Sal. 8)