“Jesús llamó a los doce y los envió de dos en dos…”
Mc. 6,7-13
Hna. Sandra Lucarelli Castagno
Religiosa de María Inmaculada
En este breve trozo del Evangelio, se concentra en forma contundente la misión a la que somos llamados primero, como bautizados y en nuestro caso o en mi caso particular como consagrada. Sin duda, recorrer, con la memoria del corazón y revivir ese momento del llamado a entregar la vida, siguiendo a Jesús en una misión carismática en la Iglesia, es de esos momentos que dieron un giro a mi vida y me orientaron en forma definitiva, a lo menos en deseos, hacia Dios.
La invitación, además de entusiasmarte, es a confiar plenamente en el Señor, pues El no nos pedirá algo que sobrepase nuestras fuerzas, sino que El estará siempre a nuestro lado, y nos irá ayudando en lo que se presente, y además nos proveerá de aquello que más necesitamos.
Cuando comencé este camino de seguimiento, aún después de dar el primer SI, recuerdo mis “miedos” de que, justamente me faltara “un bastón, pan, provisiones y dinero” para el camino… Miedos propios de cualquier joven, que a pesar del ánimo y la alegría del llamado, también necesitaba forjar sus propias seguridades. Poco a poco, el día a día de cada etapa de la vida, me fue dando las pistas más certeras de que Jesús caminaba a mi lado. Y así discípula, me aventuré en la misión hermosa pero difícil y riesgosa, de anunciarlo… Y El me proveyó de “bastones” para hacer el camino, pues me fue regalando la alegría de caminar con otros, de asomarme descalza a la vida de los jóvenes por mi carisma, de conseguir “pan” para alimentar mi espíritu y el de aquellos a los que fui enviada, de hacer llegar a mis manos lo necesario, cuando más lo necesitaba o lo necesitaba para proveer a otros… Aprendí que podía “quedarme” en su Nombre en la casa de aquellos que me recibían, la casa de tantos que me abrieron sus puertas y sus corazones esperando una Palabra, un hombro, unas manos para compartir. Aprendí con dolor, pero también con respeto, el sabor de la incomprensión, del rechazo, por ser de la “Iglesia”, esa que “abusa” de los que son más vulnerables o de la que anuncia a un Dios que parece hacer silencio frente al dolor más desgarrante, en los contextos donde se violan una y otra vez los derechos fundamentales de las personas. Recorro con gratitud tantos rostros, nombres, vidas que se me confiaron y que fueron “acumulando” en lo profundo de mí ese ciento por uno, inagotable, prometido por Jesús, al que dejara todo, por seguirlo… Con este envío Dios, me dio mucho más de lo que podía imaginar… Y puedo decir que lo más importante de este anuncio es el hacerse “bastón, pan, provisión…, para ayudar a los caídos en el camino… Pero muchas, tantas veces, esos, a lo que fui a ayudar, fueron para mi “bastón, pan, provisión”… porque me revelaron al Dios cercano y presente, al Dios pequeño, sin ostentación.
En ese caminar de “dos en dos”, como comunidad, junto a otros, vi salir “demonios” de corazones duros que alcanzaron la paz, al descubrir al Dios de la ternura, cuando la vida, sólo les había dado palos… Me fui haciendo hermana, compartiendo las cosas sencillas de la vida, los intentos, los logros y aprendí a sacudir la tristeza y la impotencia, pero haciendo el mismo camino polvoriento, árido y tantas veces sin descanso, de muchos que compartimos la fe y seguimos, no sin dudas, pero con esperanza, la luz verdadera del Resucitado.