Preñada de lucha
Lourdes López fmm
Franciscanas Misioneras de María
Misionera en República Democrática del Congo
Frontera de Ruanda y Uganda
Desde el 18 de octubre, Chile vive una coyuntura que marcará un antes y un después en la historia de este pueblo; es sin duda un kairós ante el cual nos es necesario hacer un alto y discernir.
Como Iglesia, hemos vivido un momento de mucho dolor y de “ponernos” delante de nuestra propia verdad, con sus rupturas, con su pecado, incluso reconocer los delitos que hemos cometido contra los más pequeños; ojalá que este tiempo de tanto dolor hoy nos posibilite estar y ser, ante esta nueva realidad, una Iglesia un poco más cercana al pueblo.
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Estas son las primeras palabras del ángel a María, pero ¿cómo ser un sacramento de esperanza y alegría en medio de una realidad con tanta violencia, donde se confunden el germen de vida expresado en las protestas pacíficas, en la danza y el arte con toda la violencia ejercida por el gobierno y algunos pequeños grupos que quizás estén manipulados?
Me da la impresión que en la Anunciación a María podemos encontrar luces que iluminan un camino en medio de la tiniebla.
- “No temas, vida consagrada, porque has encontrado gracia ante Dios”.
Ante nuestro Chile que ha abierto los ojos, no podemos permanecer dentro de nuestros muros, en la protección de la institución; es entonces urgente que nosotras y nosotros abramos también los ojos, ante las realidades dentro y fuera de nuestra Iglesia, que abramos los oídos (cf. Ex. 3) al clamor de nuestro pueblo, el pueblo de Dios.
La Gracia de Dios la encontramos cuando nos hacemos vulnerables y vivimos en la cercanía con quienes más sufren; hoy en día, con las mujeres, los pueblos originarios, los migrantes, las personas privadas de libertad y los jóvenes. Sí, es cierto, el poder ha querido silenciar a sus jóvenes, enceguecerles con la violencia y la manipulación. Y por qué no, dejarnos encender por los jóvenes que han “entregado” su mirada, sus ojos por un Chile renacido.
- Cómo será esto?
La pregunta de María nos sitúa ante nuestras propias preguntas, preguntas que no tienen respuesta pero que es necesario formularlas, nombrarlas…
¿Cómo acompañar a nuestro pueblo en este tiempo?, ¿cómo ser signos de esperanza?, ¿cómo acoger y sostener a quienes han sido víctimas de violencia de estado y de violaciones a los derechos humanos? Tal vez es tiempo, una vez más de abrir nuestras puertas para acoger… de caminar, cantar, bailar y agotarnos con nuestro pueblo… de arriesgarnos a buscar nuevos caminos de solidaridad, fraternidad y sororidad.
- Nada es imposible para Dios.
Ante el cansancio que ya se percibe en el pueblo, más que todas las palabras que podamos decir o escribir, nuestra presencia cercana, que sostiene, es lo que puede hacer creer a nuestro pueblo que nada es imposible para Dios. Porque a fin de cuentas, cada mañana y cada tarde, cuando retornamos a la fuente de nuestra Consagración, cuando nos desnudamos delante del Dios de Nuestra Alianza, podemos reconocer que “el Poderoso ha hecho maravillas”… esa es la fortaleza de nuestra vida consagrada, la capacidad de releer cada día, cada acontecimiento a la luz de la Ruah de Dios…
Podemos entonces, renovar nuestra mirada y re-conocer la acción de Dios a través de sus ojos y “convencernos por un amor que remece y repara porque devuelve una dignidad que nos parecía perdida”(Pablo Walker sj).
Una vida religiosa preñada de ternura… preñada de la lucha de su pueblo.
No hay más, es el pueblo y son sus jóvenes quienes nos lanzan a las calles, quienes nos interpelan y evangelizan… Es Dios quien ha preñado nuestras vidas, desde la experiencia fundante de cada una y cada uno, una historia de amor y misericordia que hoy, más que nunca, ha de estar centrada en Cristo y caminando con su pueblo…
Hoy, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción tiene un sentido nuevo y potente, es el sentido que Dios nos invita a dar a la lucha de cada día, a la ofrenda de nuestras vidas.
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