miércoles , 24 abril 2024

Comentario Evangelio 05 de Junio

El Viento (2)

Dos Procesiones

Hna. María Teresa Gajardo R

Evangelio según San Lucas 7,11-17.

El relato que no presenta el evangelista san Lucas, nos pone de frente a dos situaciones unidas por un encuentro. Dos miradas a la  vida real y concreta de cada día. Una mirada desde quien celebra  la vida y los buenos acontecimientos y la otra  desde una mirada de quien no tiene nada más que amargura  por lo que le ha tocado vivir. No obstante, un encuentro, unos ojos compasivos  son capaces de cambiar radicalmente, la muerte en un signo de vida. La actitud de  misericordiosa  de Jesús, permiten  a una mujer  recuperar la vida y su sentido como un regalo.

Sin duda, que en este año de la misericordia,  nos hemos  visto enfrentado a este tipo de procesiones a los que alude Lucas. Sin ir más lejos  la visita de las Monjas de claustro a la cárcel de mujeres en Santiago, son una fiel fotografía del relato lucano. En ese abrazo gozoso  entre estas mujeres hay un profundo  encuentro de la misericordia  de Dios. Jesús rostro misericordioso  del Padre, transmitiendo vida y llenando de vida el ambiente. Como lo expresa el Papa Francisco:”   Como hijos de Dios estamos llamados a comunicar con todos, sin exclusión. En particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino hacia la plenitud de la vida, que Jesucristo, enviado por el Padre, ha venido a traer a todos. Se trata de acoger en nosotros y de difundir a nuestro alrededor el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado, ese calor que da contenido a las palabras de la fe y que enciende, en la predicación y en el testimonio, la «chispa» que los hace vivos (JMCS.2016)”. Son gestos como estos, hechos concretos  que nos  permiten  decir:”La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conocido sólo la frialdad del juicio (JMSC.2016).

Como religiosas y religiosos muchas veces debemos caminar en procesiones que celebran la vida y en otras  en que la  muerte se manifiesta en la  violencia, la agresividad, el maltrato social y económico. Estamos llamados en este tiempo a imitar a Jesús provocando ese encuentro que permite decir: “no llores” y “joven, yo te lo ordeno, levántate”. Un encuentro que permite levantar la dignidad, desde la mirada de Jesús, desde la misericordia. Desde esa ley  fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida (cf. M.V).

Ante la realidad que vivimos como país, cabe preguntarse si ¿aportamos vida a esta procesión?

Aportamos vida cuando escuchamos  y nos hacemos parte de los dolores de nuestros hermanos, infundiendo en ellos esperanzas. Cuando acogemos a los jóvenes  y manifestamos nuestra cercanía para que puedan comunicar sus anhelos más profundos. Cuando dejamos de ser espectadores  y nos involucramos en la procesión  de los que sufren  y aportamos  con hechos y actitudes significativas que permitan transformar y hacer mejor nuestro país.

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