viernes , 29 marzo 2024

Misión Copiapó – Noviembre

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Los integrantes, religiosas, religiosos y laicas, misioneros del grupo de noviembre de 2015, que hemos venido a acompañar, contener y animar a nuestros hermanos de los sectores de la parroquia Santísima Trinidad de Copiapó, queremos compartir lo vivido junto a los hermanos afectados por los aluviones de inicios de este año y con el equipo organizador.

Al visitar las víctimas de esta catástrofe hemos quedado impactados por la fortaleza y la fe que les anima a luchar para resurgir y rehacer sus vidas tan dañadas. Testimonios que nos han hecho valorar lo que nuestra fe es capaz de provocar. Hemos sido testigos de una gran solidaridad, ayuda mutua y compartir de lo poco o nada que han podido conservar, tanto materialmente, como moral y afectivamente. Lo cual no significa que no tengan heridas que todavía requieren sanar. Entre las secuelas hay algunas de corto y otras de largo plazo, las primeras tenían que ver con las necesidades materiales, pero las otras tienen que ver con la vida emocional de las personas y la vida familiar. Hay depresiones que se van manifestando de a poco, están aflorando con rabias y desalientos y, en algunos casos, provocan rupturas matrimoniales. Todo ello tiene que ver con el cansancio, el agotamiento y también con las pérdidas de trabajo y de vivienda. Por lo mismo se han desintegrado muchas familias, ya que han tenido que repartirse en distintos lugares.

A pesar de lo anterior, han sido muy acogedores, en algunos casos optimistas y confiados en que van a salir adelante. Ya que, aun cuando han perdido mucho, saben que están vivos y que cuentan con la Misericordia de Dios. Esto nos compromete a continuar acompañándolos, ya sea presencialmente o a distancia y de todos modos a través de nuestra oración. Pensamos que lo vivido amerita procesos de acompañamiento que son de largo aliento, sería una irresponsabilidad dejar todo hasta aquí. Sobre todo considerando que se trata de una iglesia pobre que requiere de nuestra solidaridad y que nos ha abierto las puertas de par en par. La gente nos ha pedido que no los dejemos solos, que no los olvidemos, que sigamos cultivando esta fraterna solidaridad.

Hemos podido valorar a nivel de Iglesia el  trabajo intercongregacional, con religiosos y religiosas de diversas congregaciones y laicas que se han sumado. Porque nos apoyamos, entre una congregación y otra, en el contexto del año de la vida consagrada, a través del cual hemos compartido nuestras vidas y nuestra misión, aportando con nuestros diversos dones y carismas. Pensamos que es un gesto profético, que podría replicarse en distintos lugares y a diversos niveles de nuestra querida Iglesia. Eso ha sido un verdadero regalo, una alegría, que nos llena de esperanza y que desarrolla en nosotros, vínculos de fraternidad y de amistad. Refresca la Iglesia que somos y queremos ser.

Por lo mismo, agradecemos la invitación que Conferre nos ha hecho y también de manera muy especial a la gente de la parroquia y, particularmente, al equipo organizador, la hermana Julia Ordenes, la hermana Verónica Santillán y el padre Guido Castagna, por la acogida y la preparación de esta misión. Ellos han sido los que nos han posibilitado este encuentro misionero con las personas de nuestro querido y sufrido norte chileno y, a través de ellos, con Dios mismo.

De alguna manera, tanto para las víctimas del aluvión, como para nosotros que hemos venido en misión, lo vivido ha sido una experiencia de Dios. Se percibe ello en los grupos de conversación donde la gente da cuenta de que su ánimo ha mejorado. Una persona señalaba en estos días: «yo me sentía abandonada totalmente por Dios», pero ya no, porque he recuperado la confianza en Él y en mí misma. Ese nuevo estado da cuenta de una verdadera experiencia de Dios, de la cual hemos sido testigos. A la vez, la escucha del dolor de la gente y el dar testimonio de su amor ha sido una experiencia de Dios para nosotros, para los que vivimos la misión. Hemos podido percibir su cercanía, su fuerza y su concuelo. Hemos venido a abrazar a Dios. Todo ello ha renovado nuestra fe y nuestra vocación. El participar como Cireneos en el dolor de estos hermanos es una gran experiencia que fortalece nuestra vida consagrada y la vivencia de nuestros carismas. Por todo ello decimos ¡Gracias a nuestros hermanos por abrirnos las puertas de su corazón y gracias Señor, porque has sido bueno con nosotros, ya que no dejas de llamarnos al servicio de tu Reino! ¡Haciéndonos libres por y para el amor!

  • Irene Rojas DeCambias (laica)
  • Sylvia Tapia (laica)
  • Ann Cotter (Pasionista)
  • Olga Gouet (Hnas de la Santa Cruz)
  • Carmen Ramos (Hnas de la Doctrina Cristiana)
  • María Asunción Concha (Inmaculada Concepción)
  • Caty Riordan (Columbana)
  • Matías Valenzuela (Sagrados Corazones)

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