viernes , 29 marzo 2024

Mes de la Solidaridad 2016

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En el año de la Misericordia como Iglesia de Santiago queremos escuchar atentamente los signos de los tiempos que nos presentan los últimos meses de nuestra historia nacional y eclesial. Aunque reconocemos muchos signos positivos, como el mismo año de la Misericordia, tenemos que asumir que uno de los temas más difíciles es cierto ambiente de desconfianza, incentivado por diversos escándalos a nivel eclesial, político, económico y social, que se ha instalado cada vez más fuerte entre nosotros.

En estos últimos meses Chile está viviendo una profunda crisis de confianza, de legitimidad, de individualismo, de falta de referentes. En muchos casos las decisiones se toman midiendo beneficios personales, al parecer sin tener en muchos casos una preocupación por lo que pasa en el país, por la justicia, por los desafíos que queremos asumir.
Podriamos preguntarnos, ¿quiénes son nuestros referentes hoy?. ¿A quién pueden los jóvenes y los adultos mirar como ejemplo de vida?

En ese contexto se hace necesario volver a las raíces más profundas de lo que el cardenal Raúl Silva Henríquez llamó el alma de Chile.

El papa Francisco en la encíclica Laudato Si nos ha exhortado a tomar conciencia de la importancia del cuidado de la casa común. Esa casa común no se reduce a la naturaleza como obra creada sino a todas las instancias que nos permiten identificar nuestra vida como parte de una “ecología integral”. Estamos, por lo tanto, llamados a construir esa ecología integral que ayude a los hombres y mujeres a construir espacios de hábitat cada vez más plenos y equitativos.

Si entendemos a Chile como la casa común de todos quienes habitamos en ella es necesario revalorar la acción política que siempre debe estar guiada por los principios de la justicia y la solidaridad. Por ello creemos que toda la reflexión que ha ido surgiendo a partir del proceso constituyente, puede ser una forma concreta de vivir la caridad. Con misericordia y verdad podemos reconstruir las confianzas y las relaciones entre chilenos y chilenas.

A partir de las obras de la misericordia podríamos preguntarnos, las diversas comunidades, cómo estamos viviendo, en este contexto desafiante, el cuidado por la casa común, testimonio de una solidaridad coherente con nuestra fe.

En este Mes de la Solidaridad deseamos descubrir que el cuidado de la casa común por lo tanto, no solo es velar por el correcto uso de los bienes naturales, sino también cuidar la sociedad a la cual podríamos llamar, justamente, el fundamento de la naturaleza social que es nuestro Chile, una casa común.

Queremos despertar el heroísmo que a veces queda invisibilizado y que tanto bien hace en la vida cotidiana de los chilenos y chilenas. Son miles las personas anónimas que con sus gestos heroicos y solidarios nos enseñan el rostro más pleno de la misericordia, a través de tantas obras concretas que se viven en el Chile de hoy. Deseamos comunicar que existe una forma distinta de construirnos como personas y como sociedad. Una que no solo nos permitirá vivir, sino que además nos entregará un verdadero sentido de vida.

Proponemos relevar a los referentes creíbles y confiables. Recordarles a los chilenos que hay una manera más completa de vivir y otras prioridades mucho más desafiantes y plenas que el mero consumo o individualismo.
Por ello las obras de la misericordia nos invitan a vivir con nuevo énfasis este Año Jubilar. La invitación es a hacer de ellas un camino permanente de servicio y entrega que nos ayuden a profundizar en la justicia. El cuidado de la casa común, podríamos decir el templo que Dios nos ha regalado, nos lleva a hacer de las obras de la misericordia una actitud de vida permanente que el Mes de la Solidaridad releva para todos, creyentes, hombres y mujeres de buena voluntad.

San Alberto Hurtado nos recordaba siempre que la caridad es la puerta de la justicia y por ello, mientras más cuidemos nuestras relaciones humanas, en especial las sociales y políticas, más caridad y por ello más misericordia podremos vivir e invitar a vivir. Las “deudas de misericordia” nos hacen creer que a Chile le hace bien la misericordia y que la solidaridad debe ser expresión de ella.

Invitamos a despertar el deseo de arriesgar, jugándonos por Chile, apostar por sus habitantes, por los más empobrecidos, al modo de San Alberto Hurtado que fue capaz de amar con grandeza y generosidad a Dios y a su Patria, dejando una marca profunda de la cual somos testigos y herederos hasta el día de hoy.


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