viernes , 29 marzo 2024
el viento

Comentario Evangelio 13 de Junio

 Seamos frutos fecundos y a la vez
verdaderos sembradores

Hna. Miriam Muñoz
Religiosas Filipenses Achao

Hoy Jesús viene a presentarnos dos parábolas del entorno de la naturaleza para entender el Reino de Dios justo en este momento de nuestra historia en que la inseguridad se apodera de nuestros sentimientos, cuando estamos viviendo de manera generalizada la incertidumbre provocada principalmente por la situación mundial de pandemia, como católicos viviendo la crisis de nuestra Iglesia que la experimentamos desde lo débil, lo frágil.

De un momento para otro lo que era por un lado creer tener el control de todo, querer todo rápido, viviendo a un ritmo vertiginoso, estar en medio de una Iglesia numerosa que va disminuyendo y perdiendo poder nos interpela a hacer vida estas enseñanzas que como siempre nos ponen del revés nuestros esquemas.

Dios, el sembrador que al igual que un campesino de cualquier parte del planeta ve crecer paso a paso lo que sembró, respeta el ritmo, no apura el tiempo, espera en silencio que se realice el ciclo de crecimiento, acompaña con paciencia y dedicación, realiza la poda cuando corresponde porque sabe que de esa manera se da más fruto, así se reconoce el milagro de dar vida desde un poder extraordinario invisible a nuestros ojos.

Es tiempo de afinar los sentidos para darnos cuenta que desde la pequeñez se llega a ser grande, como el claro ejemplo del grano de mostaza tan ínfimo, que nos habla de ser humildes para encontrar la grandeza, esa es la manera de arraigarse a la tierra para echar raíces profundas teniendo la confianza que desde esa actitud nuestras ramas podrán tocar el cielo.

No dejemos pasar esta oportunidad de gozar de los signos del amor de Dios que nos regala en medio de nuestras distracciones y “encierros”, que de manera silenciosa actúan en nuestras vidas, en nuestras familias, en la sociedad. No escatimemos tiempo y energía para colaborar en construir el Reino proporcionando las condiciones para que crezca y alegrarnos como el campesino que ve germinar lo sembrado, cuando la cosecha es abundante y próspera porque la tierra, el sol, el agua han sido favorables para el cultivo.

Cuanto tenemos que aprender de la naturaleza e intentar ser como semillas que se hunden en la tierra pasando desapercibidas, en silencio, o como el sol que ofrece su luz y calor para hacer crecer a otros, ser como lluvia que empapa la tierra y la hace fecunda.

Jesús, nos invita a estar unidos como hijos e hijas de un mismo Padre, viviendo en la profundidad de la fe, aportando los dones recibidos, a mantener sanas y concretas relaciones impregnadas por el amor, la justicia, la igualdad en la dignidad, en la riqueza de nuestras diferencias ser comunidades donde se vive y se refleja la vida de Dios en todos y para todos. 

Que seamos frutos fecundos y a la vez verdaderos sembradores sin olvidar que de la más pequeña semilla puede surgir algo grande y hermoso que traiga paz y justicia a nuestro mundo porque, desde la sencillez haremos sentir la presencia de Dios que está en todo para cantar juntos “Señor Dios nuestro que admirable es tu nombre en toda la tierra”.

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