jueves , 25 abril 2024
el viento

Comentario Evangelio 02 de Mayo

Hna. Leticia Cortés, bp
Hermanas del Buen Pastor

Uno de los valles hermosos de la zona central es el valle de Aconcagua. Estuve allí durante ocho años, concretamente en la ciudad de San Felipe. Me encantaba contemplar y gozar de este privilegiado paisaje: grandes, extensas plantaciones de frutales y ¡las viñas! Me regocijaba contemplarlas en primavera con sus robustos y verdes frotes que me llamaba a imaginar sus abundantes y jugosos frutos. Pero también me llamaban la atención los montones de sarmientos secos y muertos que habían sido podados en el invierno que me evocaban precisamente este texto: “sin mí no pueden hacer nada”; “el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid»: mi vida como discípula es estéril «si no permanezco en Jesús. El es la Vida. Si en mí no circula la sabia de Jesús soy un sarmiento seco que sólo sirve para tirarlo al fuego, ¿pierdo el verdadero sentido de mi consagración?

Es el momento de preguntarme: ¿cómo está mi unión “vital” con Jesús? ¿Dejo que fluya en mí su savia transformadora?

Esta interrogante me lleva a recordar las iluminadoras y claras palabras de mi fundadora: “Lograrán llevar a cabo todo bien y tendrán el verdadero espíritu de su vocación cuando estén penetradas por los pensamientos, sentimientos y afectos del Buen Pastor (Fil. 2, 5), cuya imagen viva deben ser ustedes en medio de sus amados rebaños”[1]. Sí dejo que esta savia transformadora corra en mí, permitiré que Jesús se forme en mí, otra Jesús, otra buena pastora. Siento que este llamado dice relación con las palabras de Jesús: vivir su vida misma, a su estilo, sólo así mi vida tendrá sentido. Sí, esto significa ser una verdadera discípula vivir animada por el espíritu de Jesús y su pasión por un mundo más humano. Para que esto sea realidad en la cotidianidad de mi vida su savia debe “embeber” mi vida»

No puedo olvidar que soy un “sarmiento” y que lo decisivo en mi es permanecer en El, en contacto permanente con El, en su amor, de ello depende la fecundidad de mi vida. Si la savia de Jesús resucitado anima mi vida, desbordará en mí la alegría, creatividad, la audacia, coraje para continuar construyendo su reinado con incansable pasión.   

Siento la urgencia de dejar de priorizar el “quehacer” y darme no el mínimo tiempo. Sino largos espacios para acunar, contemplar, meditar las palabras de Jesús e ir aprendiendo a “ser”, a vivir como él, en sintonía con Jesús y dejar que su Espíritu me vaya transformando desde dentro, dejar que su savia pase por mi corazón para que irrigue todo mi ser.

Y creo que esto es válido para mí, consagrada y para todo cristiano o cristiana. Este acercamiento, este “beber” de su palabra me va poniendo en sintonía con Jesús, contagia su amor al mundo y va fortaleciendo este sarmiento que soy en mi compromiso y la pasión con su proyecto; va penetrando en mí su Espíritu. Siento que la vida de la Iglesia se trasformaría si los creyentes, los matrimonios cristianos, los presbíteros, nosotras las religiosas, los obispos, los educadores tuviéramos como HOJA DE RUTA los evangelios de Jesús; ellos son la savia que nos hacen uno con Jesús.

Bien decía san Juan Eudes, padre espiritual de la congregación, para quien creer era descubrir a Alguien que nos «hace vivir» superando nuestras debilidades, miedos, fracasos, nuestro pecado: “El cuidado y ocupación principal de todo bautizado consiste en formar y establecer a Jesús en   nosotros, para que allí viva y reine”[2].

Dos llamados potentes me hacen este texto: ENCUENTRO Y PERMANECER EN ÉL. Dejo que esa invitación resuene y mueva mi corazón, pidiendo la gracia de crecer en mi intimidad con Jesús, mi Buen Pastor; que mi cotidiano vivir sea fruto de una relación más profunda con El de manera que mi vida de mujer consagrada sea más fecunda, pues “la gloria de mi Padre está en que den mucho fruto, y sean mis discípulas.»

Es por ello que:

Hoy Jesús busco y pido silencio
Para encontrarte, para escucharte,
para contemplarte
para unirme a ti
para vivir en ti Jesús
Quiero intimar contigo
dejando que tu savia penetre mis entrañas
me preñe
y parirte Jesús en lo cotidiano de mi vida
iluminando con tu luz los espacios oscuros y tristes
y así mostrar con cuánto amor Tú nos amas
A solas contigo Jesús
hasta sentir que mi corazón late a tu ritmo
y aprender a vivir como Tú
en el corazón del mundo sufriente.
Quiero verte y conocerte,
fijar mis ojos en ti
para cincelar en mis tus rasgos
y así tu puedas,
acariciar con mis manos
levantar con mis brazos
amar con mi corazón.


[1] Sta. María Eufrasia Pelletier, Conferencia 6
[2] Leccionario eudista nº 16, p. 59

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